Ilia Galán

Ilia Galán


Santa María del incendio

20/01/2025

«Santa María La Real aborda con un estudio el impacto de los incendios», en estas páginas leo. Plantean estrategias para proteger el paisaje. «La supervivencia de los bienes culturales que se encuentran en entornos naturales corre un grave peligro, si no se establecen medidas de protección adecuadas (...)», dice su coordinador, Gumersindo Bueno. Se inspiran en el gran fuego de hace dos años en Ávila, con 22.000 hectáreas arrasadas. Dañó un castro y un puente colapsó. En Los Ángeles también vemos cómo los demonios arrasan no solo con vegetación sino con casas, y es que quienes los provocan, como con tantas leyes, quedan casi indemnes. Yo propongo firmemente volver a los trabajos forzados, sobre todo para políticos y pirómanos, por ejemplo, sembrando árboles hasta que restituyan -si pueden- el mal provocado, no soltándolos al cabo de unos años: «Usted destruyó cien hectáreas, pues cien planta y las paga.» Sin libertad hasta que satisfagan, no importa los años que necesiten. 
Así podríamos contar con un ejército de presos que repoblaran los pelados y feos montes, inútiles páramos, del norte de la provincia de Palencia, pues hubo tiempos donde ahí reinaban frondosos y benéficos bosques. De robles mejor que de pinos, que son menos ignífugos y muy del lugar. Solo cuando uno pasa al otro lado de la cordillera, hacia el mar de Castilla, Santander, ve que todo verdea y las selvas imperan debido a que no arden tan fácilmente: llueve más. Un buen bosque, además de dar encanto a los paisajes, produce gran cantidad de beneficios, no solo de caza o setas, sino de madera que puede explotarse sabiamente, como en Italia, haciendo sacas selectivas y dejando siempre, entre los cortados troncos, árboles altos y grandes que permiten que siga siendo floresta grata para excursionistas. Esa masa vegetal extiende la vida y perpetúa la humedad de los suelos. Limpian la atmósfera o evitan el calentamiento global, mas no así si los queman.
A Santa María La Real invoquemos pues para que nos proteja e inspire a los cerebros revueltos: ¡que no provoquen los maléficos incendios! Nadie se beneficia y contaminan.