Antaño, por estas épocas pasaron las fiestas y llega el frío, calcetines y rebecas porque por las noches refresca. Farindondín se reforzaría con los caramelos, «Los Italianos» de entonces frente al Banco Santander cerrarían para preparar Navidades de turrón, el señor Félix ya cambiaría los consumos e iba con su carro pintado de verde, antes del ecologismo, a los Maristas a ofrecer su mercancía: obleas, barquillos, manzanas rojas con caramelo pimpante y reluciente. Todos ellos notaban el cambio de temporada. Los helados que entonces solo sabían a leche hoy son sorbetes, o incluso dulce de leche condensada que han traído los argentinos, o regaliz de palo que ha llegado desde no sé dónde.
En Palencia el mercado tradicional del helado se rompió con el Pastelero de Madrigal que vendía el rico Frigo, así se trucó el helado de mantecado con cucurucho y una bola o dos por el bombón de palo bañado en chocolate y las tertulias en la mesa con dos sillas del velador de Los Italianos se trastocó en la estancia del ambigú de Fredy o del Pastelero, bajo la atenta mirada de su hija, una niña muy mona y bien educada que estudiaba en Las Francesas, u otro colegio de similar postín. Hoy la leche merengada se toma en la plaza mayor de Tordesillas, la horchata valenciana ya no se anuncia de pasada y desde un carro por las calles del Turia, se degusta, como ahora se dice, en el valenciano y magníficamente rehabilitado Mercado de Colón con fartons pringados, El agua de cibá (cebada) que se consumía cuando no había café en tiempos de guerra, es una exquisitez turística que devoran los guiris, sin enterarse de nada. Los helados de corte con dos sabores entre barquillos cuadrados casi han desaparecido, como las academias de corte y confección. Dónde se hubiera pensado que los bombones rectangulares de Frigo se venderían con forma de lápiz, o aún de pie. Ahora los helados ya no son patente italiana, son de Alicante, como está mandado, los heladeros no llevan gorro ni chaqueta blanca. Y te dan de postre una paradójica y excelente bola de helado frito en la cafetería de Agropal.
Y mientras escuchábamos cómo nos mandaban salir con la chaqueta. ¡Que ya viene el frio, madre! En este tiempo: ¡todos sin helados!