¿Qué motiva a algunos compañeros arquitectos, a escribir en periódicos y páginas no especializadas? La aspiración de todo escritor es provocar el encuentro por primera vez entre dos palabras, decía Borges, o juntar palabras que decía Capmany.
El arquitecto catalán coetáneo de Gaudí, Doménech i Montaner, explica el ansia de escribir a finales del XIX: querer alcanzar una vida plena de humanismo, llegar a lo universal, con sus esperadas y lógicas limitaciones. Por eso él diseñó cubiertas de libros, letras capitulares e historiadas, orlas, exlibris, guardas y rotuló cabeceras para revistas y diarios.
Desde joven Domènech se involucró en el catalanismo cultural, en los Juegos Florales del Ateneo. Publicó en su propia editorial, el poema La Atlàntida de Verdaguer. Apasionado de la historia procuró una arquitectura nacional eclecticista como característica principal de su modernismo.
Diputado en el Congreso; desencantado político, decide abandonarlo para centrarse en el románico. Viaja en los llamados Tours educativos. Y diseña casas con espíritu, incluso vive un tiempo con sus clientes para saber más de ellos. El Bulletí del Ateneu recogió algunos de sus discursos y artículos políticos, proceso personal de entender el arte: crear, comprender a la persona y, sobre todo saber «relatarlo».
Antonio Miranda, arquitecto y filósofo crítico actual, en El alma del arquitecto, evoca el «alma poética», constructora del arquitecto: estética y ética, en apretada unidad, como pedía el filósofo hispanista Benedetto Croce. Miranda dice: «El arquitecto que sólo sabe de arquitectura es una porquería». Por eso a mí me gustaba hablar con el arquitecto palentino Luis Carlón. Hablaba y filosofaba de todo.
Ahora manchamos papeles Luis Molina Vivas con magnificas novelas, quizá fruto y poso de un análisis de su vida, que le dio un chamán en una tribu del recóndito África negra; Jesús Ojeda Ramírez, pintor de marinas, compañero de Las Palmas, con extraordinarias crónicas canarias cargadas de recuerdos y un servidor, a quien la condición no le deja parar.
Y es que al fin y al cabo hacer arquitectura es escribir o dibujar con la razón.