Antonio Álamo

Antonio Álamo


Sarcasmo

30/01/2025

Pendiente la sociedad española del rifirrafe organizado a causa de la revalorización de las pensiones y de las rebajas en el transporte público, un espectáculo cuyos protagonistas –el arco político al completo- han producido irritación, hay otros asuntos que si bien no alcanzan tanta repercusión su trascendencia sí puede ser bastante superior si se examina desde las perspectivas social y económica. Y peor. Uno de ellos se resume en las invectivas del nuevo presidente de Estados Unidos para que los países miembros de la OTAN eleven su aportación económica para el mantenimiento de esta organización. Por lo visto, su intención y la de otros (entiéndase Mark Rutte) es la de incrementar la contribución de cada país hasta el 5%. España, que no se olvide, no llega actualmente al 2%.
Hasta ahí queda claro que cabe la posibilidad de que este país se vea obligado a incrementar su porcentaje. Lo que produce irritación, sin embargo, es que el adalid del incremento hasta el 5% del producto interior bruto para el mantenimiento de la OTAN esté aportando el 3,38%, porcentaje que si las matemáticas no se han ido por los cerros de Úbeda, es inferior al que solicita a los otros socios. Recuerda en cierta medida, todo el mundo conocerá algún caso, a aquellos gorrones que se las arreglaban para organizar una ronda de copas cuya factura pagaban otros. Cómo termine el asunto no se sabe y como esto no es Troya ni tenemos a Casandra como vecina amiga o resucitamos a la maga o seguiremos en Babia.
En cualquier caso, si por una ironía del destino todos los países de la OTAN suben al 5% de su PIB la partida para el mantenimiento de la organización la reciente bronca de las pensiones, transporte público y ciertos servicios parecerá un granito de arena en el desierto del Sáhara. Más que nada porque para afrontar esa subida habrá que restringir otras partidas. Y eso sí va a ser un drama, entre otras razones porque no solo va a repercutir en pensiones y transporte sino también en la sanidad pública, educación y otras estructuras esenciales ¿Soluciones? Hay dos muy socorridas: encomendarse al mítico «Dios proveerá» o rogar al Estado que invierta su PIB anual en todas las bonolotos europeas a ver si nos sonríe la suerte.