Víctor Corcoba

Algo más que palabras

Víctor Corcoba


Servir satisface

18/03/2025

Lo horrible de esta tierra son nuestras contrariedades. Necesitamos sentirnos solidarios y despertar sin egoísmos, para sustentarse y sostenerse armónicamente, como una indivisa familia con multitud de hogares, deseosos de participar su calor viviente. Ese entusiasmo gozoso por el bienestar es el que nos da consistencia, que no está tanto en las personas adultas, como en los niños y en los ancianos. Sólo hay que ver cuando se reúnen los chavales con sus abuelos; engendran un anhelo de alegría y esperanza, porque los mayores transmiten la sabiduría de su cátedra viviente, mientras  los menores, se enraízan en un futuro que reciben del pasado y lo mejoran. Estamos aquí, por tanto, no para destruir nuestros vínculos; sino para regenerarlos de pulsaciones diversas, en momentos variados.
Indudablemente, estar en disposición de ser para los demás, un corazón que promueva la placidez con la caricia de la mirada, haciendo sonreír y quitando piedras del camino, es la mejor complacencia. Desde luego, cuidarnos unos a otros, sin obviar el legarse y el corregirse, es nuestra obligación. En consecuencia, también las políticas de los variados gobiernos, tienen que tomar como aspiración universal, la dicha de los ciudadanos a los que rige. Por desgracia, las historias humanas tienen una visión global triste, muy doliente, solo hay que dar una ojeada al inmenso peregrinaje migratorio, en busca de un horizonte más pacífico, inclusivo, equitativo y equilibrado, que promueva el desarrollo sostenible, la erradicación de la pobreza, la felicidad y el bienestar de todos.
No olvidemos jamás, que mientras habitemos por estos cauces terrestres, es necesario vivir en la adhesión donante, de dar aliento a los desalentados, defender y acoger a los extranjeros, entregarse a los indigentes y a los desfavorecidos; lo que nos exige, estar en guardia permanente, con los oídos bien abiertos y la mirada dispuesta a verter caricias. Realmente, lo aterrador de este mundo es que inquirimos con el mismo brío el hacernos dichosos y el impedir que los demás lo sean. Esta enfermedad únicamente se cura, desterrando de nosotros los criterios inspirados en la maldad, que tiene como meta la desesperación.