Desvanecer el aluvión de tormentos, con sus sombrías tempestades, es una necesidad; al menos, para rehacer los caminos armónicos, ricos de significado hasta en los momentos más dolorosos. El egoísmo provoca en la historia de las personas, de las familias, de las naciones y del mundo; un vacío que nos intoxica, impidiéndonos respirar aire limpio y lozano brío existencial. El donarse a los demás es lo que alienta y nos alegra el corazón, no el poseer de las cosas, ni tampoco el dominar, que es lo que nos confunde y nos infunde el veneno del egocentrismo material. Precisamente, son estas contradicciones dominantes y dominadoras, las que nos están destruyendo nuestro espíritu humanitario, nuestra razón de ser y de coexistir.
Es la hora de un nuevo espíritu creativo, de una naciente imaginación para fomentar la cultura del espíritu generoso; pues, la realidad es que millones y millones de personas se hallan al margen del progreso, malviviendo y sin vivir, pues sus condiciones de vida están muy por debajo del mínimo requerido por la dignidad humana. La tarea no es fácil en un orbe tan convulso, donde todos tenemos una misión que cumplir, comenzando por la comunidad internacional que han de ser garantes de paz y finalizando por uno mismo, que ha de mostrar cercanía en todo momento hacia su semejante, para que el gesto de ayuda sea sentido no como una limosna humillante, sino como un compartir fraterno.
Latido a latido es como se avanza en humanidad, no lo olvidemos nunca. Claro está, cada pulso debe conjugar con sus pausas, para no caer en una supervivencia alocada, que olvida su tiempo para los interrogantes fundamentales sobre la aptitud, el decoro y su destino. Ojalá aprendiéramos a reprendernos, a respetarnos entre sí. Todos tenemos que tener un espacio, también nuestros mayores. El anciano capta muy bien la superioridad del ser respecto al obrar y al tener. Las sociedades humanas, desde luego, serían mejores si supieran aprovechar los carismas de la vejez. Que se abran las puertas de la comprensión, hará que se aminore la confrontación de distintas posiciones o el conflicto de opuestos intereses, sin obviar la consideración y el respeto a los derechos fundamentales.