A un arancel vendrá otro en respuesta y así hasta que pongamos en riesgo empresas comunes. De esta manera, más o menos, ha respondido esta semana la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, al anuncio de Donald Trump de imponer aranceles de un 25 % a todos los productos mexicanos. También le ha recordado que varias empresas automovilísticas norteamericanas tienen fábricas y producción en su país, con lo cual medidas como la que acaba de anunciar no parecen ser las más adecuadas entre otras razones porque no solo serán mexicanos los perjudicados sino también norteamericanos. Es una manera educada de decir aquello de pierdo yo pero también pierdes tú, así que es mejor que nos entendamos. Pudo haber añadido que en su caso poco más podía perder, pudo, pero quizá el magnate no lo hubiera entendido.
Lo que resulte de esta medida del nuevo presidente electo, si es que la adopta, se sabrá cuando comience a gobernar y apruebe fórmulas tan drásticas como esta, pero por el momento parece un aviso o una maniobra para amedrentar a su vecino. Por lo demás, con algo parecido van a encontrarse dirigentes de muchas naciones, España incluida, aunque no solo en el plano comercial sino también en el militar porque es conocida su postura sobre la OTAN y la necesidad de que los países europeos aporten más en gastos de defensa. Visto desde lejos, nada le impide adoptar medidas proteccionistas, mientras que a otros nada les impide imaginar medidas igual de tajantes. No es por nada pero los B-52H también podrían aterrizar lejos de Morón y cinco de los destructores Arleigh Burke de Rota (pronto habrá un sexto) fondear en puertos de África.
Las posturas de fuerza, sea en una negociación comercial o política, funcionan a veces, pero irremediablemente siempre acarrean resquemor en quien no se sienta a la mesa en igualdad de condiciones. Y lo mismo sucede con las descalificaciones atrabiliarias, tan extendidas entre la clase política española. A algunos representantes de los dos partidos que sustentan el modelo, PSOE y PP, la respuesta de Sheinbaum a Trump debería hacerlos recapacitar sobre su manera de entender la vida pública. No solo por higiene social sino también porque el rival puede estar cortado por el mismo patrón.