Javier San Segundo

Ajo, guindilla... y limón

Javier San Segundo


Clarito

22/03/2025

Confieso que albergo una profunda admiración por esas pizarras y paredes manuscritas que nos transmiten con confianza la oferta de la que dispone un local de hostelería. Ese noble esfuerzo por dejarlo todo escrito y que el camino se allane hasta la comanda en sí misma me parece una muestra meridiana de cortesía anfitrional. La letra, más o menos clara. Las faltas de ortografía, pues, con bisturí, pero depende de dónde y de cómo, pueden obviarse en el aliño de la experiencia si es que están porque lo que importa son otras cosas. Porque hay días en los que uno no está para pensar mucho, y si me pones delante un cartelito que dice «calamares, 12 euros, especialidad», yo lo agradezco. Entras y, sin necesidad de preguntar, ya sabes si toca caña, ración o menú del día. Como si el local te dijera amablemente «mira, esto es lo que tenemos, no te líes». El bar nos orienta en un gesto de generosidad hacia el cliente que facilita el posterior trabajo verbal del camarero y la elección de las viandas en tiempo récord. Ojo, que si las cartas están colocadas y visibles, de esas que presumen erectas a lo largo de la barra y repartidas por las mesas, me quedo más tranquilo porque percibo facilidades y, en estos tiempos en los que tienes que bajarte una aplicación hasta para sentarte en el retrete o rellenar un cuestionario, registrarte y pensar una contraseña para apuntarte a no sé qué, esas sencilleces se agradecen que no veas. ¿No les ha pasado alguna vez que han entrado en una taberna, se han situado en la barra y, habiendo platos en las mesas y en las manos «yentes y vinientes» de los camareros, no sabían lo que tenían que hacer? Porque sí, si no está a la vista, la carta se puede pedir, pero en la barra, de pie… y con un cartapacio enorme que te entregan desde su aposento de debajo de la barra… No sé, quizás sea gusto estrictamente personal, pero ayudan mucho a la venta, dirigen y tientan taimadamente al cliente y simplifican las decisiones. Y ya llegará el profesional que rematará la jugada con la libretilla y las sugerencias. Desde aquí, mi aplauso a todos esos bares que nos recuerdan que la vida, como la barra de un bar, es mucho más fácil si todo está bien explicadito. Y si es con simpatía y amabilidad, fetén.

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