José María Nieto Vigil

Sin Perdón

José María Nieto Vigil


Opinar

12/04/2024

La libertad de expresión es un derecho constitucionalmente reconocido, aunque con unos márgenes establecidos por la ley. Hasta ahí estamos conformes. No hay segundas interpretaciones en torno a tan preclaro derecho propio de un estado democrático y de derecho.
Opinar puede y debe hacerlo cualquiera, faltaría más. Es necesario que exista una opinión pública divergente, crítica y debidamente formada. Pero esto sólo es la teoría, más en el solar hispano en el que se prodigan los voceras y los oradores de escasa talla, evidente medianía y poca altura. Sobran pues los opinadores a jornada completa y fiestas de guardar, religiosas o     paganas.
Pero la cuestión es: ¿Todo el que opina sabe de aquello sobre lo que se manifiesta? ¿Toda opinión puede alcanzar la categoría de saber verdadero? La respuesta, más una interrogación retórica, es que en absoluto. Aquí todo hijo de vecino sienta cátedra incontestable e incuestionable con insistente e insultante tozudez. Da igual de lo que se hable o discuta, siempre aparecen doctores multidisciplinares dispuestos a vomitar, con sórdida verborrea, lo que les venga en gana, cuando les pete y en donde les salga de aquella parte. Ya me           entienden.
Lo malo, lo peor, es que desde esas suplantadas cátedras, se crea la opinión pública, que más que formarse queda deformada y desfigurada por tanta diarrea dialéctica de tanto maestro del eufemismo y de la vaciedad más absoluta. Es decir, dicho de otra manera, triunfa social y políticamente la ignorancia sobre la sabiduría, sobre el verdadero saber. Y esto, en un país donde se lee tan poco, casi nada, es sumamente peligroso. La ignorancia, el prejuicio, la discriminación y la distorsión, son los cuatro caballos del nuevo Apocalipsis en el que estamos embarrados en el lodazal de la impostura y la declarada e inconfesa ineducación e incultura.
Sí, queridos lectores, una cosa es opinar y otra, totalmente distinta, es saber de lo que se opina. El saber es opinión verdadera, pero la simple opinión no implica el saber.
No todo el que opina sabe de lo que opina, pero el que sabe sí conoce aquello sobre lo que escucha y, si llega el caso, opina.