Son dos conceptos que suelen ir juntos como expresión de los aspectos más negativos de la condición humana. Ambos resultantes de una de las características propias de la civilización : la ambición que, paradójicamente, es el motor del desarrollo social en todos sus derivados. El odio ha cobrado tanta importancia en nuestra sociedad que ya no es únicamente un concepto moral, sino que es una infracción penal registrada en el Código Penal español por el daño que el odio social -además del personal- puede causar. La gran importancia que las redes sociales han alcanzado en la actualidad son auténticos difusores de odio; los mensajes refuerzan su poder destructor por el anonimato que envalentona a los emisores de tales pozos de odio. En estrecha relación con el odio está la calumnia, condenada en los Mandamientos de la Ley de Dios y tipificada como delito en el Código Penal. El descrédito irrefrenable del gobierno español ha derivado en un profundo desprestigio de la política en términos generales, favorecido por la estrategia del señor Sánchez consistente en reforzar su poder en los antagonismos; esa táctica expresada en la imagen del muro que separa a los españoles y que se manifiesta en la calumnia y el odio de unos españoles frente a otros. Estrategia muy peligrosa y muy antigua, ya denunciada por los escritores de la generación del 98 e, incluso, por el precursor romántico de aquella generación, Mariano José de Larra, cuando lamenta en un epitafio las consecuencias de la polarización de la sociedad española: «Aquí yace media España; murió de la otra media». Pero parece evidente que la lucha por el poder engendra tanto el odio al rival como la calumnia producida por aquel. Lo que resulta verdaderamente incomprensible es la constante manifestación de odio a España por parte de un sector de la izquierda política, evidenciado en el rechazo sistemático a los símbolos patrios, así como el insulto a quienes defienden la dignidad de ser español, situándolos en la fachosfera. La última majadería ha sido calificar al gran pintor Velázquez de esclavista. Me da miedo pensar en el proyecto descolonizador de los museos españoles.