Carmen Arroyo

La Quinta

Carmen Arroyo


Cambio de tema

17/10/2024

Acabo de oír en Radio Nacional que nada se ha solucionado en la Cañada Real. Hablo de Madrid, sí, donde no todo es paraíso y bienes de consumo. Hay mucho dolor entre bastantes de sus habitantes; quede claro que según la situación personal, condiciones de trabajo, barrio en el que vivan. Pero cuatro años son demasiado aguantando -invierno tras invierno- sin energía eléctrica, pasando frío y, los más de 2000 niños en edad escolar,  haciendo sus deberes sin luz, alguno más habrá nacido, es posible que cuando vayan al colegio sigan en la misma situación. Recuerdo que escribí sobre ese problema y la nula solución sigue presente. Los políticos -elegidos para gobernar- parecen hacerlo desde cualquier otra órbita, salvo la de la cercanía,  y a favor, no siempre, del más necesitado.
Cambio de tema. Hoy quiero hablar de miedos y de fobias. También de la ansiedad que ambas producen o despiertan no solo entre personas mayores sino en jóvenes o de mediana edad. A veces, arrastramos miedos desde que fuimos niños. Quizá sea debido a que el susto, la angustia que lo acompaña, y que nos llega de improviso, lejano ya en el tiempo, pero nos marcó con huella indeleble, surge cuando la situación, es parecida o distinta, pero dura de afrontar en soledad. Seguimos siendo los niños de entonces, necesitados de la madre que se fue de nuestras vidas. 
Recuerden: La verdadera patria del hombre es la infancia (Rainer María Rilke) Una tarde de mayo, 1963, paseando desde Cubillo a Perazancas para hablar un rato con don Indalecio, aquel cura cordial con quien jugaban la partida un día a la semana maestro y médico esas tres fuerzas vivas, extrañas siempre -decía mi marido- para el resto del pueblo que así los consideraba al no ser nacidos en él. Íbamos a sentarnos en un tronco junto a la carretera, me acerqué decidida y sentí que me agarraba del brazo reteniéndome. Señaló con el dedo y vi cómo una víbora con su cabeza triangular se desperezaba. Me quedé muda y, a pesar de que seguimos caminando, volví la  vista varias veces, pero ya no estaba. Cuando veo un ratón o un topillo, corriendo, vuelve el recuerdo. Su velocidad es lo que me lleva a pensar en aquella víbora que vi. Aseguro que Marcelino poeta, no solo me dedicó versos: Me salvó la vida

ARCHIVADO EN: Madrid, Radio