Multitudinaria, ruidosa, generadora de basura y destrozos en una de las grandes zonas verdes de la ciudad, propiciadora de los excesos etílicos, sembradora del caos en materia de circulación y aparcamientos, molesta para los vecinos del entorno o inapropiada para el ámbito universitario son algunas de las críticas más repetidas a la fiesta de la ITA, la que organizan los estudiantes de Ingenierías Agrarias en torno al patrono del sector primario, San Isidro Labrador.
Y, si bien tiene sus detractores edición tras edición, no es menos cierto que tiene sus defensores. Los primeros, naturalmente, los propios organizadores y las diez mil personas que acuden a la misma, desde Palencia, pero también de varias provincias limítrofes y no tan limítrofes. Y también aquellos ciudadanos que consideran que un evento de estas características es bueno para la ciudad porque, año tras año, la resitúa en el mapa y la promoción siempre es buena, porque deja beneficios en comercio y hostelería, porque durante unas horas rejuvenece la elevada edad media de la población y porque no tiene sentido quejarse de que la ciudad se vacía paulatinamente y languidece, con el riesgo de convertirse en un lugar para viejos, y cuando llegan jóvenes a miles, quejarse de nuevo porque son bulliciosos y un punto alocados. ¿En qué quedamos? No se puede promocionar la ciudad como la ideal para encuentros profesionales, congresos y reuniones multitudinarias; tampoco se puede presumir de contar con un campus universitario destacado en el ámbito de las ingenierías verdes, con gran capacidad de atracción, y menos quizá proponerla como el lugar perfecto para teletrabajar, si no se asume también la cara b, es decir los inconvenientes derivados de las llegadas masivas.
Sabido es que la perfección no existe y si a cambio de estar en el punto de mira, los ciudadanos han de soportar alguna que otra molestia, será cuestión de sopesar y de elegir aquel platillo de la balanza que más se adapte al gusto, o a la necesidad. Sea como fuere, los estudiantes de Agrarias tienen el preceptivo permiso para celebrar el viernes, 10 de mayo, la fiesta en el parque Ribera Sur, y van a hacerlo, defensores y detractores aparte. Han cumplido los requisitos que les exigían en cuanto a seguridad, higiene, atención sanitaria y compromiso de dejar limpio el lugar y, salvo causa de fuerza mayor, y muy grande tendría que ser esta, la multitudinaria fiesta se llevará a término. Y, quizá, en esta ocasión no sean doce mil los jóvenes presentes, puesto que la venta de entradas no ha llevado el ritmo de años precedentes; de hecho, el viernes pasado, tras las colas en la Nueva Balastera, faltan cuatro mil de vender y los interesados tendrán que adquirirlas en internet.