'Venezia desdibujada', la mirada de Olcese

C. Centeno
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En los apuntes y dibujos de este libro está la gente, de igual modo que están los palacios, los canales, los puentes, las calles, los templos, los campos -en Venecia solo hay una plaza, la de San Marcos-, las rugas -calles con comercios-, las altanas

‘Venezia desdibujada’, la mirada de Olcese - Foto: Marina de Dios

Mariano Olcese se ha pasado media vida diseñando, creando y acometiendo proyectos para mejorar el entorno urbano, dotarlo de personalidad, aprovechar al máximo sus posibilidades y dejar en esa regeneración su impronta. En Palencia lo sabemos porque fue durante muchos años arquitecto municipal. Ahora, jubilado, residente feliz aunque inquieto en Abarca de Campos, con tiempo por delante y ganas de seguir expresándose en el ámbito artístico que siempre le ha acompañado en su camino profesional y vocacional, ha reunido en un libro un centenar de apuntes a lápiz y dibujos a tinta de una ciudad que ama profundamente y que ha vivido y sentido con intensidad en distintos momentos de su biografía.

El lunes estará en la librería Ateneo esta hermosa publicación, que lleva por título Venezia Desdibujada. Es una primera edición limitada de cien ejemplares, numerados y firmados por el autor, al igual que la litografía que incluyen. El 26 de agosto, sábado, Mariano Olcese estará en la Feria del Libro y firmará a los interesados en este recopilatorio protagonizado por la ciudad que subyace bajo la cita puramente turística. Y el 13 de septiembre el libro será presentado en la biblioteca pública.

siete visitas en 51 años. «La primera vez que fui a Venecia fue en el año 1972. Estaba estudiando primero de Arquitectura y recuerdo que hice el viaje a dedo, con una mochila y un bloc de apuntes, empujado por mi enamoramiento de la ciudad», rememora Olcese.

Se encontró con un lugar «vivible», donde sus habitantes hacían la vida normal de cualquier ciudad, donde había tiendas abiertas, l<a gente paseaba, los niños jugaban en calles y campos y, aunque la visitaban turistas, no sufría las aglomeraciones que están acabando con su esencia. 

Ahora, apenas si queda en pie la memoria de aquel tiempo, casi aplastada por el peso de las miles de personas que, a diario, recorren el centro con prisas, arrastrados por la masa y  constreñidos por el tiempo. La ven sin  verla, de ahí que su recomendación sea que se conviertan en viajeros, que huyan de las aglomeraciones del verano y escojan los meses de otoño. «Y que se dejan llevar por la propia ciudad, sin planos, que vayan más allá de la plaza de San Marcos y del puente Rialto, que dediquen seis días para recorrer sus seis barrios o sestiere -San Marcos, San Polo, Santa Croce, Castello, Dorsoduro y Cannaregio-, a razón de uno cada jornada, y que vean lo más conocido, pero también lo otro». De lo contrario, la imagen que se lleven quedará vacía de sensaciones y reflejos, apenas vislumbrarán la belleza de los edificios y la vida que late en la periferia.

En los apuntes y dibujos de este libro está la gente, de igual modo que están los palacios, los canales, los puentes, las calles, los templos, los campos -en Venecia solo hay una plaza, la de San Marcos-, las rugas -calles con comercios-, las altanas -terrazas sobre los tejados-, los vaporetos y las góndolas. 

Desde aquel 1972, Mariano Olcese ha estado otras seis veces en su amada Venecia y ha ido comprobando que sus gentes se van porque allí es imposible vivir y lo que cuesta redescubrir la normalidad, los juegos infantiles, los paseos o el buen número de establecimientos que han desaparecido. Las dos últimas estancias, en las que nacen precisamente los dibujos del libro, fueron las de 2022 y 2023, tres meses el año pasado y un mes este mismo año.

«Quise volver a visitarla y hacerlo de otra forma, con calma, de madrugada cuando se vacía y a lo largo del día cuando se va llenando; quise ir para recorrerla en solitario, como si de un viaje interior se tratara, y además de escribir un diario  con anotaciones de lo hecho, lo visto y lo encontrado en mis paseos, me la traje en los dibujos», explica.

Fueron cuatrocientos, de los que ha seleccionado un centenar, muchos de ellos apenas apuntes tomados con la mirada más que la mano, delicados, sencillos, sugeridores de movimientos y de vida humana. Entre sus proyectos más o menos inmediatos, figura el de exponer una treintena en la galería que tiene en Valladolid -La Maleta- para que cobren la auténtica dimensión de la obra gráfica.

Sus preferidos son La Piazzetta y Campo Santa María Formosa, aunque le tiene apego a muchos otros, a todos, en realidad, por cuanto recogen esa mirada sosegada y rápida a un tiempo, que volverá a proyectar sobre Venecia en octubre. Muy probablemente ese octavo viaje tampoco sea el último porque no deja de ser un tiempo propio, íntimo, de disfrute personal. «Ha sido enriquecedor ir descubriendo a lo largo del tiempo todo lo que guarda la ciudad y hablar con algún veneciano»,          reconoce.

Otro proyecto, bastante más ambicioso, es un museo de obra gráfica. «Solo hay uno del grabado en Marbella; yo haré el segundo de España en mi casa de Abarca, con unas 200 creaciones de los más grandes creadores nacionales e internacionales, desde Chillida, Arroyo, Clavé o Tapies hasta Henry Moore». Una gran idea.