Ya va siendo hora de que mi amigo Luis emprenda el anual Camino a Santiago. Es una reiniciación introspectiva que paso a paso le conducirá a un renacer en una nueva vida. Es quemar lo viejo en la hoguera de San Juan, lo opuesto al frugal viaje sin regreso con veronal de los locos años 20. Tiene su origen en las diversas facetas que construyen al hombre como un caleidoscopio: el Homo Faber que decía Marx. Que con una visión fría e ingenieril del mundo ante un acontecimiento emotivo se conmueve en su interior más elemental, el eros, que un viaje marítimo con una desconocida que resulta ser su hija hace que se replantee su comportamiento.
Pero el hombre también puede ser Homo Ludens que dice Huizinga, o Homo Religiosus de Mircea Eliade, Homo Economicus de Stuart Mill, o el Homo Viator, hombre peregrino, itinerante vocacional que fabrica su decurso existencial practicando el nomadismo laico medieval.
Así al cristianismo monacal, se le ofrecen metas culturales y de belleza natural envueltas en una referencia religiosa de fe y culto al Santo Santiago. Es llegar a Dios a través de los santos, redescubrir la propia fe para llenarla con el conocimiento, la vivencia y el disfrute de los ambientes urbanos. Lo opuesto a un paseo al borde del mar de visitantes de la ciudad, como La Promenade des Anglais de Niza, que se paraban a adquirir estampas de turistas peregrinos, recuerdos de la cápsula de nieve de Nôtre Dame, que apoyada en la ventana extraía sonrisas a Mikaela o la Torre Eiffel de baquelita, resto de un viejo llavero.
La sociología del XIX está plagada de biografías itinerantes, de personas sin hogar como el Gauguin de Polinesia, o Delacroix de París, España, Marruecos o Argelia, o el Hermano Kipling de la India, Londres, Estados Unidos y África, o D'Annuncio el poeta de Roma, Carnaro y Gardone. O el rondeño Rilke, el pintor de lo esóterico de Egipto y Capri Diefenbach, o más que ninguno el viajero Nietzsche. Todas personas sin hogar, hombres de Hotel que hacen del hall de acceso a la fonda su espacio vital, el foyer. Seres desocupados que fundamentan su vida en el mirar a otros.
Eso es y no es, el Camino de Santiago.