Carmen Casado Linarejos

Epifanías

Carmen Casado Linarejos


La semana

17/03/2024

Comenzó reivindicativa con la celebración del 8 de marzo, Día de la Mujer. Esta celebración, que ya resulta un anacronismo, comenzó con manifestaciones feministas organizadas por distintos grupos que, a pesar de que decían tener los mismos objetivos; es decir, conseguir la deseada igualdad entre hombres y mujeres y terminar con la violencia machista, son incapaces de unificar sus esfuerzos para alcanzar aquellos objetivos. De tal manera es así que entre los grupos feministas que se manifestaron se interponen la ambición, el egoísmo y el rencor personal hasta el punto de que el 8 de marzo se convirtió en el día de la exhibición del poderío que cada grupo feminista posee y de la profunda división que hay en nuestra sociedad, que lastra cualquier mejora. Tres días después, el lunes, 11, toda la atención mediática se centró en el triste aniversario del atentado producido en los trenes de cercanías, en la estación de Atocha, en Madrid. Han transcurrido veinte años desde aquella tragedia que tantas víctimas se cobró, sin que sepamos con certeza quién lo hizo y en nombre de quién, pero lo que es evidente es el lamentable modo en que transcurrieron los actos oficiales: el presidente del Gobierno no permitió la participación de ningún representante de la oposición, llegando al extremo de culpar a los gobernantes de hace veinte años, de aquel luctuoso suceso. El repugnante aprovechamiento de aquella tragedia retrata a quien lo hace. Esta impúdica actitud no hace sino profundizar con cualquier pretexto, en la brecha que, en nuestra sociedad, divide a los ciudadanos. El remate de tal despropósito fue el lamentable espectáculo ofrecido por los señores diputados en el Congreso durante el pasado martes. La misma deplorable situación se produjo en el Parlamento Europeo, dejando nuestro prestigio nacional muy dañado. La actividad política convertida en un hediondo lodazal que nos avergonzó a los ciudadanos. Lo siguiente fue la aprobación de la Ley de amnistía que divide dramáticamente a los españoles y embarra, aún más, nuestra convivencia. La sombra de Caín sigue presidiendo nuestra vida política al convertirla en una repugnante pocilga.