La incesante lucha por el poder del separatismo contra el Estado hay que señalarla con vivas censuras de irresponsabilidad y mucha desvergüenza siempre y cuando, se pretenda reventar España desde el propio Estado. Y si por añadidura es verdad que ciertos poderes están tan politizados como dicen, nunca-jamás, deberían estar exentos de culpa. Es difícil saber lo que se está cociendo. Aunque, por mucho que engañen quienes gritan alzar la bandera de su país por encima de sus propios privilegios, el chasco llega al descubrir a los traidores. De seguir así, las CCAA serán las encargadas de la destrucción de este país. Cada una tirará por su lado como pueda. Recuerden agosto del 2009 cuando la prensa británica, Financial Times, ponía en tela de juicio el modelo de las autonomías españolas y alertaba, del  riesgo de que España perdiera la unidad de mercado. ¿Qué país lo soportaría? Los jerarcas de estafas políticas, merecen ser suspendidos de empleo y sueldo por sus malvadas gestiones y enormes apetencias dinerarias. Entran a saco. Para abrir boca, ahí están los sueldos de la nueva Generalitat catalana. Ningún partido debería elegir a sus representantes; sino el pueblo soberano. El mismo al que tienen por idiota y le dicen que va a pagar más el que más tiene, pero, el botín se lo llevan ellos. Si con la que está cayendo no se escarmienta, los que tenéis la vida por delante, mal vais. Y el que iba a llegar, ver y vencer, solo hizo el ridículo en un breve acto de cobardía. Gracias a Dios, no ha habido ninguna guerra para un reparto. Cuando Stalin y Churchill diseñaron el mundo de la posguerra entre puros coñac y caviar, Churchill, dijo a Stalin que debían quemar el papel con el reparto de Europa, y el soviético, dijo no. Sánchez, no se caracteriza precisamente por su lealtad a nada.  ¡Qué habrán pactado! Su gente sigue marcando agenda a algún órgano jurisdiccional tal que el Tribunal Supremo. ¡Cuántas carreras de años admiradas terminaran en las cunetas de la historia! Los viejos socialistas, los  de verdad, tienen razón. Otros prefieren nómina. Confiemos en que no dejen que a España la revienten quienes la desprecian.