No veo mejor comienzo para la columna que nos ocupa que el final de la quincenal anterior. Se lo expongo y luego lo vamos desarrollando juntos; con datos totalmente objetivos por un lado y con el corazón desmenuzadamente enamorado en la otra: «Así aprovecho para lo que es de ley que es dar todas las enhorabuenas habidas y por haber a los organizadores del Festival Palencia Sonora. Lo que han conseguido, han moldeado y han esculpido a cincel grande y pequeño para nuestra ciudad debiera ser estudiado en las escuelas del buen gusto, la creación de marca, la profesionalidad, la perseverancia, el esfuerzo, la generación de economías y… lo más de lo más, la creación de un férreo sentimiento colectivo que trasciende la altísima calidad musical que ha inundado y enriquecido nuestras calles, parques, paseos y plazas. Así lo desarrollaré, si me permiten, en la próxima quincenal cuando recabe todos los datos. El Palencia Sonora bien merece una columna… o un millón. ¡¡¡Enhorabuena !!!" Cartel de «No hay entradas». 20.000 festivaleros de 46 provincias diferentes. 43 grupos musicales de estilos más que diferenciados y para todos los gustos. Creo que sí, para todos. Más de 100 personas en la organización y el año completo de trabajo mediante. Entrevistados algunos hosteleros afirman que «más jaleo que en las fiestas de San Antolín». No dispongo de los datos de retorno económico, pero me da igual. «El ratio junto a la inversión realizada diría que supone récord histórico de nuestra Palencia querida», me lanzo y esa es mía. Ahí es nada. Pero no sería justo, y siendo impresionantes, de récord, quedarnos sólo con los datos estadísticos. Cuando el nosequé de algo cobra tal protagonismo y un sentido tal que trasciende cualquier extremo del mismo y rebosa el sentimiento individual de miles de personas convirtiéndolo en estratosféricamente colectivo, se ha rematado el círculo del éxito, porque ya forma parte del corazón. De nosotros mismos. La sensación ¡¡¡y el orgullo!!! de pertenencia al Palencia Sonora recorre las calles en las almas de habitantes y de visitantes, todos unidos en una comunión social-musical plasmada visualmente en una suerte de Ikebana camisero bailándolo y disfrutándolo todo. Y qué gusto da. Gracias, Palencia Sonora. Larga vida.