La AEMET había previsto un invierno seco en Castilla y León, pero la atmósfera es caprichosa, inestable, proclive a veleidades, y vuelve a dejar en mal lugar a los cerebros grises de la Agencia. Algo lógico cuando se trata de predicciones a largo plazo, muy arriesgadas. Siempre ha habido años normales, secos y húmedos en la Meseta, por más que con las letanías del cambio climático, sobre todo si se utilizan sin base científica, traten de meternos miedo en el cuerpo. Vamos a morir de sequía apocalíptica, según su discurso cansino. Pero lo cierto es que tenemos un invierno lluvioso, venimos de un otoño que fue también húmedo y enlazamos con un año hidrológico 2023-24 excepcional en cuanto a precipitaciones. Vamos, que como en la moda, marca tendencia.
En esta tesitura, el pastueño Duero se ha puesto farruco en Soria, y a su paso por San Esteban de Gormaz la crecida ha afectado a uno de los tajamares del puente de los dieciséis ojos, de manera que la acera en voladizo ha desaparecido en un tramo. El cierre al tráfico está amargando la vida a los 3.000 vecinos, de los que 600 están aislados al vivir o trabajar en la margen izquierda, donde se emplazan un polígono industrial, zonas residenciales y varias pedanías. Eso, sin olvidar que la carretera N-110 es la salida natural de la comarca hacia Segovia y Madrid, con un tránsito de más 200 camiones al día.
Los técnicos del Ministerio de Transportes han confirmado que el puente sufre daños estructurales. El preocupado alcalde, Daniel García, reclama ya la ayuda de la UME y del regimiento de pontoneros para levantar un puente temporal que esté operativo en cuestión de días. En pleno siglo XXI cede una infraestructura de hace mil años y hay que dar un rodeo de 40 kilómetros. De la necesaria variante con la autovía A-11 y un nuevo puente, ni una palabra. Estado fallido en la España interior, abandonada en materia de obras públicas, frente a los privilegios obscenos de Cataluña. Salvo que Óscar Puente se apiade.