«El monólogo final de 'Equus' es para un actor el santo grial»

DP
-

El actor actúa este próximo domingo en Villamuriel

«El monólogo final de ‘Equus’ es para un actor el santo grial» - Foto: OKAPI

Este próximo domingo, 24  de septiembre, a las 19 horas, el Teatro Jesús Meneses de Villamuriel  del  Cerrato acoge la representación de Equus -en la adaptación de Natalio Grueso de un texto del dramaturgo inglés Peter Shaffer-, con Roberto Álvarez en el papel del psiquiatra Martin Dysart.

¿Es Equus un valor seguro tanto para un actor como para el público?

Lo es, porque es un clásico de los años 70 del siglo pasado. En su momento fue un enorme éxito en España, no hay actor de relevancia que no haya pasado por mi personaje y ahora se revisa con esta nueva versión que ha dirigido Carolina África. Es un thriller psicológico, y así está tratado, que mantiene al espectador en vilo intentado, a través del psiquiatra, horadar, investigar, enterarse de por qué a un niño la educación recibida ha sido capaz de llevarle a un hecho tan terrible como sacar los ojos a los caballos. El tema está tratado como si fuera un equipo de investigación alrededor de un hecho lamentable.

Poner en escena una obra como esta siempre lleva a las comparaciones, ¿qué aporta esta versión con respecto a otras?

Incorpora una novedad que es la de actualizar  las causas. Ahora se habla mucho de las enfermedades mentales y estamos ante un caso parecido. ¿Qué circunstancias pueden provocar en la infancia de un niño que llegue a estar fuera de la realidad y hacer algo como sacar los ojos a un caballo?. Estas causas, en aquel momento, estaban tratadas a través de la educación muy rigurosa, de unos padres muy estrictos, con una madre muy religiosa, que hacía que los niños estuvieran encajonados  en una especie de normas sociales que podían llegar a hacer mucho daño en su mente. En esta versión, aparte de eso, que sigue presente, está perfumada con el mundo de las redes e Internet; cómo también puede condicionar y dibujar una realidad a un niño que no deja de ser ficticia, que tiene los argumentos que tiene, que son los propios del crecimiento, una mente muy abierta, muy infantil, y puede, en un momento determinado, hacerle romper un pequeño eslabón de la cadena de su cabeza. En esta versión está muy presente el mundo de Internet y el daño que pueden hacer las redes sociales.

 ¿Tuvo alguna duda de afrontar un papel como el de Martin Dysart?

Es imposible tenerla. Recuerdo unas palabras de Anthony Hopkins, que dijo que la cosa más hermosa que le ha pasado en un escenario fue afrontar este personaje de Martin Dysart, especialmente por su monólogo final. El personaje confluye con el niño en un momento determinado, siente que ha perdido muchas cosas en la vida por seguir una serie de convenciones sociales que le han hecho infeliz, y duda sobre sus herramientas. Va a salvar a ese niño, a sacarle de pozo, pero admira su libertad, que el no ha tenido. Al final hay una reflexión sobre quién nos da derecho a poder restar a un niño su libertad y volverle otra vez a las convenciones sociales para curarle cuando él, que es una persona entre comillas curada, está también muy enfermo, enfermo de libertad. Este monólogo final, que es el resumen, es para un actor haberse encontrado con el santo grial. Entonces, pocas dudas se plantean, más si el montaje está dirigido por Carolina África, que va a dar el salto a la pantalla grande, y  tenemos un reparto brillante, con Alex Villazán, muy reconocido y nominado al premio al mejor actor de la Unión de Actores por esta obra, así como también lo ha sido Claudia Galán; Mamen Camacho, que ha estado conmigo en Servir y proteger seis años  de nuestras vidas, y con Jorge Mayor, quien viene de hacer un gran papel en Mérida. Entonces, qué podía pensar, nada; meterme de lleno en el proyecto.

La obra suma ya un buen número de representaciones en distintos escenarios, ¿qué supone actuar en Villamuriel de Cerrato?

Para Okapi Producciones -soy productor asociado-, Villamuriel, donde ya estuvimos con La muerte de un viajante, es un punto de referencia porque allí se representó por primera vez un texto en castellano, y eso ya es un aliciente;, pero sobre todo porque es una población con una grandísima afición teatral. Cuando hemos ido, el teatro estaba lleno y, además, hace un esfuerzo económico enorme para programar. 

Estuvimos con mucho éxito en Madrid, y prorrogamos. Nos queda el Jovellanos de Gijón,  los auditorios de Vigo y Pontevedra y el Arriaga de Bilbao. Es un gran montaje, hay que adaptar para Villamuriel.

¿Cree que se ha recuperado la normalidad en materia de producciones, programación y afluencia de los espectadores al teatro?

Siempre he sido muy optimista, y ahora lo soy un poquito menos.La invasión del streaming dentro de las familias y la facilidad para acceder a cualquier serie o película en enormes pantallas en nuestras casas hace que el teatro ya sea una especie de lujo excepcional. Esto ha mermado el poder de convocatoria del teatro en general. El teatro fuera de las grandes capitales se nutre mucho de tener grandes figuras en sus repartos, y ese número de grandes figuras está muy limitado, y el otro teatro tiene poca cobertura, yo lo hecho mucho en falta. Conozco  a todos los programadores de España, porque llevo en esto 40 años y, ahora, veo que están demasiado volcados en la figura más que en el contenido y eso está haciendo que no haya público para tantísimos buenos espectáculos que a lo mejor no cuentan con esa figura.