La semana pasada, tirando de hemeroteca, les recordaba el encuentro con José María, hijo de Tomás Fraile, que estuvo en aquel tiempo al frente del almacén de vinos fundado por su abuela, a la que apodaban la rellena. «Hay muy poca gente que entienda de vinos. Para mí -y he ido muchos años a comprarlo a La Mancha-, el que más entendía era mi tío Pocos Muchos». A propósito de Pocos Muchos, alguien vende estos días una postal comercial, expedida en 1947, donde este popular comerciante se presenta y solicita género. Pocos Muchos tenía un bar en Cervera muy bien adornado con cerámica de Talavera -me cuenta José Luis Medina Gallo-. Lo compró Sardina, también entrevistado para esta serie, y levantó allí un moderno edificio donde ahora se encuentra el Registro de la Propiedad. Traigo todo esto a colación por lo que se aprende, si prestas atención, al bagaje que llevan los entrevistados. Otra cosa es que no conozcas retazos de su vida, a veces intrincados y desconocidos, que te sorprenden cuando se airean como trapos sucios en las redes sociales. «Pues a mí me dijeron, a mí me contaron…» cuidadín, pongámonos en el lugar y en el momento. Nada de manipulaciones. Cuando el personaje tiene tanto camino andado, te hace una descripción del sitio y de las gentes que ilumina la historia que tú pensabas desarrollar. Mucho más, porque se cuelan parentescos y costumbres que desconocías. Otra cosa serán los pecados cometidos, pero el que esté libre que tire la primera piedra. «Antes -me cuenta José María-, la gente compraba para todo el año. En Triollo nos compraban cinco camiones de vino. Yo he comido en todas las casas del Valle Estrecho y en todas las casas de La Castillería. Y te digo más, algunas veces, para que no se enfadaran, comía en dos casas, porque siempre nos gastaban a nosotros el vino». Algo parecido me contaba Nico, en Urbaneja, que hacía lo mismo por Liébana y Polaciones. Cuando le pregunto por qué le brota la necesidad de regresar al pueblo, él lo tiene claro. «Mira, por ejemplo, el Pico Almonga. ¡Cuidado que es bonito! Tiene té, tiene tila... Yo creo que el pico, antes de llegar el cristianismo aquí, tuvo que ser adorado por otras generaciones... La gente de Cervera tiene un cariño muy especial al pueblo. Tenemos «cerveritis».