Por fin tuve ocasión la semana pasada de acudir al restaurante Bagá de Jaén, quizás al que más ganas tenía de todos aquellos en los que aún no había comido nunca.
Nervioso desde varios días antes, con las expectativas muy altas y muy bien acompañado por nuestro paisano Andoni Sánchez del Asador Villa de Frómista, ahí nos presentamos para ser recibidos por Pedrito Sánchez, Fran Fernández y compañía, y prepararnos para un festival sobre la misma barra.
Decir que Bagá es un coqueto minúsculo restaurante con dos mesas y una pequeña barra, donde no caben más de 10 comensales por servicio, y que Pedro Sánchez es el abanderado de la revolución culinaria jienense, que entró en el firmamento con su estrella Michelín, a la que siguió la de Juan Aceituno en el restaurante Damajuana y este año ha sumado 3 más con Radis y Malak en la capital y con Vandelvira en Baeza. Curioso que los 4 de la ciudad de Jaén están a apenas 100 metros de distancia entre ellos; ¿se imaginan esa escena de verlos ir donde el vecino a pedirle un poco de sal, azúcar, café, pan o unos huevos?
Llevo varios días pensando cómo definirles la cocina que propone Pedro en Bagá, y no es fácil. Sencilla o minimalista sería obsceno, pues si bien es tremendamente purista en el juego con dos o tres ingredientes para cada receta, hay mucha sensibilidad, conocimiento de producto, atrevimiento en las mezclas y cocina, hay mucha cocina. Desde caldos a cocciones largas, fermentaciones o crudos. Y hay sabor, mucho sabor. Podría definirla con palabras como pureza, técnica y mucha osadía, como en el tocino y rosas, el alga nori y meuniére o en los postres; lechuga y nata doble o huevo y coco. También veo algo de Unamuno refiriéndose al casticismo «tenemos que europeizarnos y chapuzarnos de pueblo» al mezclar los ingredientes locales, vegetales principalmente, con otros que los engrandecen o que los acompañan, como una ostra que no hace desmerecer al pimiento que la rodea, por ejemplo.
Lo que está claro es que hay disfrute, sorpresa, elegancia y mucha grandeza dentro de ese minúsculo espacio que es Bagá, un punto imprescindible señalado en la agenda para cualquier gastrónomo que se precie de serlo.
¡Muchas gracias equipo!