Extraña cosa sería
que en la ciudad de Palencia
tocara la lotería
y no acabara en la Audiencia.
Este popular ripio se atribuye al montañés que traigo hoy a colación. Lo compuso porque vivió de cerca el caso de un cliente, agraciado con un importante premio de la lotería, al que los tribunales sentenciaron a entregar la mitad del premio a un compañero con el que jugaba. Tres años después, en diciembre de 1995 conocí en Barcenilla a Casimiro, maestro de escuela, hijo y nieto de maestros nacido en el pueblo de Alba. Lo tenía en la lista de los protagonistas porque me había hablado bien de él Santiago, secretario de mi pueblo años atrás, natural también de aquella comarca. No iba buscando la luna, como sugiere una canción popular, iba buscando al montañés que escribe de la montaña que lleva en su mochila, la montaña que inculca a sus alumnos, ese lugar en el que piensa en todo momento, enamorado como vive de ella. «Mi abuelo fue maestro en Ligüérzana. Cantaba muy bien y venían a buscarle los días que se comían fideos para echar la epístola». A medida que avanza la conversación te sientes atrapado por ese halo de historia, la que sugieren tantos pequeños pueblos. Son tantas las notas que guarda este maestro, que es bueno y necesario que las cuente. Un educador que mira con buenos ojos hacia otros lugares de nuestro país, cuando, en bromas, alude a su pueblo como la capilla Sixtina de la montaña. «Yo he visto que los de Cardaño de mi época estaban muy unidos. Iban a Vidrieros a San Roque y venían por Alba. Conservaban los bailes. Yo tenía una tía muy bailadora. Me enseñaba a bailar con la sombra que proyectaba el candil en la pared». Bailaban muy bien la jota. Para mí, los que mejor bailaban eran los de Cardaño de Arriba. Por la parte tuya, los que mejor bailaban era los de Areños, con perdón de los de Arbejal. En Areños debía notarse la mano de Luis Guzmán Rubio, que dirigió una Agrupación de Bailes en aquel pueblo de la montaña palentina hacia 1950. Le llueven las preguntas: el guiso del Pastor que sigue siendo una llamada para el reconocimiento de nuestra montaña; la pasión que mostraba por Cardaño, la opinión que le merece el Parque Natural, un recorrido apasionado por la historia y la tradición de cada pueblo.