Nadie ha dicho que gobernar sea fácil. Hay que tener claro que toda acción e iniciativa de gobierno debe tener como destinatario el ciudadano, cualquier otro destino se me antoja inadecuado e improcedente. La dificultad es mayor cuando los recursos económicos son limitados. Gastar sin tasa a costa de aumentar la deuda pública es muy peligroso, por tanto vamos a racionalizar el gasto, adelgazando lo destinado a lo prescindible y dando prioridad a lo verdaderamente imprescindible.
No se trata pues de incrementar el afán depredador de la fiscalidad, es decir, aumentar la presión de los impuestos como forma de acrecentar los recursos disponibles. Se trata de gastar menos y gastar mejor. ¿Qué es lo imprescindible? Hay varias cuestiones pero, sin complejo alguno, cito la sanidad. La salud pública es una cuestión de estado de primer orden. No se puede regatear la responsabilidad de dispensar un buen servicio público de salud, comenzando por la Atención Primaria, es decir, la centrada en la atención preventiva y la promoción de la salud.
Es el primer nivel de atención que reciben los pacientes cuando tienen dudas o necesidades médicas básicas. El panorama general es muy poco alentador, sobre todo en el medio rural. Faltan médicos y personal sanitario: faltan o se cierran centros de salud o consultorios médicos; los que permanecen abiertos reducen los días y horarios de atención a un sector muy vulnerable de población, el de mayor edad y mayor necesidad de atención médica; faltan equipamientos adecuados e instalaciones convenientes, es decir, que cada día se convierte en un auténtico mérito sobrevivir a la enfermedad y a la propia vida. Esta circunstancia se ve especialmente agravada por la falta de capacidad física de los pacientes para desplazarse a los centros médicos de referencia asignados a cada población y, por descontado, por una cuestión de envejecimiento demográfico.
A día de hoy, lo mejor es no ponerse malo, recurrir a los métodos tradicionales de cura o, sencillamente, morirse a la espera de la atención requerida. Esto es una sencilla vergüenza que no se puede tolerar.