Antonio Álamo

Antonio Álamo


Mordidas

29/02/2024

Si bien el mundo de la política tiene atractivo para muchos ciudadanos (quienes participan en ella directamente o la siguen) también es cierto que para el resto no es así ya que muestra una complejidad que a veces resulta casi indescifrable por la cantidad matices que ofrece. Es -como indica el diccionario de la RAE en su primera acepción- arte, doctrina u opinión referente al gobierno de los Estados, aunque también es considerada como una actividad ciudadana emparentada con los asuntos públicos, tal como se deduce si se leen las dos siguientes. Es comprensible, pues, que haya disparidad de criterio sobre tal tarea. Lo de que es un arte se puede examinar desde muchas perspectivas ya que tiene mucho de composición estética, teatro e incluso retórica (de brocha gorda en España) y colores como el rojo, el azul, el morado o el verde. Ahora bien, tras lo visto en el inacabado episodio de las mordidas en el ministerio de Transportes a cuenta de las mascarillas hay que admitir que en algún momento quizá sea necesario ampliar esa acepción añadiendo el vocablo indicado. Hay razones que justifican su incorporación porque ni es el primer caso de estas características ni tampoco es la primera vez que una parte del dinero público termina donde no debe aunque no hubiera mascarillas por medio. Y no será la última. Al tiempo. Que se lucre gente aprovechando la tragedia de una pandemia no dice nada bueno en su favor, opinión compartida por la mayoría de la población sobre quienes en otros momentos hicieron lo mismo. Por lo demás, pagan las consecuencias la ciudadanía, la imagen de los políticos y los grupos señalados gracias a estos chanchullos. Que pregunten en el PSOE o en el PP, partidos que nunca imaginaron las repercusiones derivadas de hacerse los tontos. De hecho, la factura que en votos, imagen y respeto abonaron uno y otro fue inolvidable por vergonzosa. Y fueron varias. Esta vez la pagará el PSOE. Pese a todo, el importe de tal pufo no pasa de ser una menudencia si se compara con el precio desorbitado de cada mascarilla que la gente compraba en una farmacia o fabricaba en casa cuando no había. Pese a lo que crean algunos, ya importa poco lo que haga Ábalos o el tono plañidero que muestra su partido.