Diana Romano es una joven palentina que, ahora mismo, atraviesa por una situación complicada. Tiene tres hijos pequeños, su pareja está en el paro y ella también. En los últimos meses ha encadenado varios contratos precarios, temporales y con salarios muy bajos e insuficientes para poder vivir. Por eso, se vio obligada a pedir ayuda al Banco de Alimentos. «Se siente mucha impotencia. Los niños no pueden saltarse ninguna comida y están en un momento en el que necesitan nutrientes y productos frescos para poder crecer. Los adultos podemos reducir las cantidades o privarnos de algún alimento pero ellos no. Se sufre mucho viendo cómo no puedes dar de comer a tus hijos. Es muy duro», relata.
Cuando se detiene a pensar en su día a día habla de rabia, angustia y desánimo. Hubiera deseado no tener que llegar a este punto pero solo con el subsidio por desempleo no les alcanza para pagar el alquiler, las facturas de gas o luz y la comida. «Con ese dinero no da y, mucho menos, con lo que están subiendo los precios de todo», lamenta. Ella, como el resto de españoles, ha notado los efectos de la inflación. «Cada vez cuesta más llenar la cesta de la compra. Los precios se han disparado, sobre todo, en los productos frescos y esos son, precisamente, los más necesarios para los niños». Diana sigue buscando trabajo aunque, de momento, no ha habido suerte. «He hecho varias entrevistas y estoy cruzando los dedos para que me vuelvan a llamar». Hasta que eso ocurra, ha solicitado también la nueva tarjeta monedero, una iniciativa puesta en marcha por el Ministerio de Derechos Sociales para ofrecer alimentos y otros productos básicos de primera necesidad a familias con menores a su cargo en condiciones extremas de vulnerabilidad. Según la norma, cada adulto y su hijo podrán recibir 130 euros al mes. Si la unidad familiar está formada por cinco miembros, como es su caso, podrán recibir un vale por 220 euros. Sin embargo, Diana se ha quedado fuera de este programa y no es la única.
LISTA DE ESPERA. La solicitó el pasado mes de enero pero había una lista de espera casi de tres meses para poder tramitarla. Cuando, por fin, recibió el aviso para la cita en abril, casualmente había sido contratada para una breve sustitución y se quedó fuera del proceso. Ahora vuelve a estar sin empleo y la cita para seguir con los trámites de la tarjeta no se la conceden hasta septiembre. «Es como vivir en un bucle constante porque, normalmente, mis trabajos son para una semana o un mes y medio, no más. En cuanto empiezas a trabajar, aunque te contraten para diez días, creen que ya no tienes derecho y vuelta a empezar. Me parece una barbaridad porque los niños comen todos los meses», explicó esta mujer palentina en declaraciones a la Agencia Ical.
Diana considera que, aunque la idea «es muy buena», se debería estudiar la situación de cada familia de manera personalizada. «Yo les rogaría que miren el estado actual y la estabilidad laboral. En mi caso, si pido una ayuda de alimentos es porque la necesito en ese momento», asegura. Una idea que comparten desde el Banco de Alimentos de Palencia. Su secretaria, Rosa Ortega, considera que la tarjeta monedero es una iniciativa positiva aunque solicitarla sea «demasiado compleja». «Es muy útil que la familia pueda ir al supermercado a comprar productos de primera necesidad sin sentirse señalado. Además, lo pueden complementar con la pasta o la legumbre que les entregamos desde aquí. El problema es que muchas familias se quedan fuera por culpa de la burocracia. Los criterios son demasiado estrictos», lamenta.
Asimismo, Ortega pide a las Administraciones que tengan en cuenta el contexto actual de dificultad y se incremente la dotación económica de las tarjetas monedero. «Están muy bien pero se quedan cortas. Con ese dinero poco se puede comprar en un mes tal y como están ahora mismo los precios», manifesta. «También creemos beneficioso que se ponga en marcha una línea de ayudas específica para los Bancos de Alimentos. De esta manera, nosotros también podríamos adquirir productos para repartirlos entre los que más lo necesitan. Podríamos hacerlo para llegar a toda esa gente que se ha quedado fuera pero necesitaríamos dinero. Hasta entonces, llegaremos, no hasta donde queramos, si no hasta donde podamos», apunta.
Las dudas por este nuevo sistema alcanzaron también a las comunidades autónomas que, pese a ser las encargadas de tramitar las ayudas, hasta hace apenas unos días desconocían cuestiones cómo el criterio de renta para determinar las familias beneficiarias o cómo se iba a dar respuesta a las zonas rurales donde no hay supermercados.