Antes de proseguir viaje quiero agradecer la mano tendida de María José de la Fuente, alcaldesa de Baltanás, por cuya mediación compartimos aquella mañana una visita guiada con Mary Ceferina, guía desenvuelta y simpática de la ermita de la Revilla, de estilo renacentista y barroco. Nos acompañó también Luisa, una mujer con mucha prisa, pero tan efectiva, que nos abrió las puertas del Museo y nos llevó al lagar comunal de La Tercia, dos espacios que todavía resuenan en nuestros corazones. Porque, tal vez, en la misma sintonía que sus bodegas -de las que hablaré en una próxima entrada-, la joya de la corona es su Museo etnográfico, nuestro objetivo prioritario en esta ronda por el Cerrato. Puede engañarte la fachada de esos dos edificios que integran el Museo. Poco o nada tiene que ver con el interior el primero, de estilo modernista, antiguo colegio de la Milagrosa y, de otra parte, el Palacio-Hospital de Santo Tomás, del siglo XVIII, con fachada barroca, que acoge una pinacoteca que nos dejó gratamente sorprendidos. Un edificio, en suma, donde se recoge en síntesis toda la historia y el devenir de esta comarca. Gonzalo Alcalde, ese investigador incansable, tristemente olvidado, el que llevó a sus libros la primera historia de la montaña, con más de un centenar de libros publicados, dejó aquí una lectura soberbia, donde todo brilla, la intensidad del páramo, los sonidos de cada estación, las muestras de cada utensilio, algunos instrumentos conocidos y compartidos en otros territorios. Es un compendio de toda esa sabiduría que acumulan los pueblos: herramientas, paisajes y productos. He visitado muchos museos, en distintas provincias, pero este me ha llevado de una forma especial al territorio y me apena que esté cerrado tanto tiempo. Si el acabado es estupendo, si se han implicado todas las instituciones para hacerlo posible, si es impresionante lo que te encuentras dentro, colocado con tanto detalle y tanto esmero, nos preguntamos por qué se cierra tantos días en invierno. A mí que se me fue la vida escribiendo de la montaña, me ha cautivado el Cerrato, esos cerros calizos que le prestan el nombre; el yeso cristalizado de las laderas, al que homenajeó Miguel Delibes en Las Ratas; paisaje de páramos inmensos, cotarros y barrancos. Y todo ese esplendor, y todo ese manifiesto se puede admirar en el Museo. Aquí se encuentra resumida toda la historia del Cerrato.