El retorno de Donald Trump a la Presidencia de los Estados Unidos sorprendió ayer al resto del mundo, no tanto quizá por inesperado sino por la manera contundente en la que ganó las elecciones. Y es precisamente ese hecho, la holgura con la que se anotó la victoria, el que abre el principal interrogante a la hora de analizar los resultados desde Europa. ¿Cómo debe interpretarse que la sociedad estadounidense haya confiado su futuro a un candidato que reúne todas las cualidades por las cuales un ciudadano medio de la UE difícilmente daría su voto a alguien? Unas, inherentes a su excéntrica y hierática personalidad; y otras, derivadas de actuaciones delictivas por las que ya ha sido condenado o está en espera de juicio. Pero esa es la realidad, que un expresidente condenado, con mínima ética y no poca ostentación de otros valores que en Europa se afean, ha sido el preferido frente a su adversaria, la demócrata Kamala Harris, hasta ahora vicepresidenta de EEUU.
Si Trump llegó en 2016 a la Casa Blanca como un outsider pese a no obtener la mayoría del voto popular y cuatro años después perdió el poder, para entender su retorno quizá habría que recurrir al contexto para hallar factores determinantes. Por un lado, competía contra una candidata proclamada a última hora tras la renuncia forzada de Joe Biden, con una campaña electoral en la que no ha logrado remontar y ha pesado el papel jugado como vicepresidenta, con no demasiado éxito. Por otro, en EEUU la economía es mucho más determinante que en Europa, donde lo social tiene un peso específico importante que no existe en al otro lado del Atlántico. Trump identificó mucho mejor que su rival esa falla siendo capaz de captar el apoyo de familias afectadas por una economía inestable y una inflación alta. Y junto a la economía, la dosis de heroicidad que solo un personaje como Trump puede ser capaz de rentabilizar tras salir vivo de un intento de asesinato. Son solo tres factores que, por simples que puedan parecer, marcan una diferencia sustancial a la hora de medirse con la candidata demócrata y su partido, con exceso de confianza sobre un relato y un discurso muy válido para Europa, pero alejado del verdadero ADN estadounidense.
El arrollador triunfo de Trump va a tener consecuencias casi inmediatas en la política mundial. La Unión Europea saludó con un mensaje protocolario la vuelta del republicano deseando que redunde en el refuerzo de unas relaciones que difícilmente van a ser cordiales y ni mucho menos favorables a los intereses económicos, dada la promesa de subir aranceles a los productos de fuera de EEUU. Preocupación también desde el plano de la seguridad por el temor a debilitar la contribución a la defensa de Ucrania y redoblar el apoyo a Israel. Y por último, pero no menos importante, el riesgo de entrar más de lleno si cabe en la era de la desinformación de la mano del magnate Elon Musk, uno de los grandes artífices de su campaña. Tres problemas de largo recorrido a los que habrá que ir dando soluciones.