El reciente ataque de la milicia islamista Hamás a Israel ha recuperado del pasado la guerra del Yom Kippur, un conflicto bélico sucedido hace cincuenta años que comenzó, supuestamente, igual que este, con un asalto sorpresa. Esta es la idea que en líneas generales se ha trasladado a la opinión pública desde un mayoritario sector de los medios de comunicación. Se ha puesto especial énfasis en el aniversario, en el paralelismo, en las víctimas y en la respuesta de los agredidos, aunque se ha relegado a un segundo plano todo lo demás. Por lo pronto los dos conflictos, aquel y este, solo coinciden en lo temporal ya que ambos tienen el mes de octubre como escenario.
Quizá hubiera merecido la pena añadir que Hamás nació en 1987 y que, es obvio, entonces no pudo participar. También hubiera sido interesante indicar que si bien el conflicto actual ha comenzado con un asalto sorpresa, no es el caso del registrado en 1973, entre otras razones porque el ministro de Exteriores egipcio y yerno del presidente Nasser, Ashraf Marwan, trabajaba también como agente doble para el Mosad e informaba a unos y a otros. Era pluriempleado, vamos. Y podría añadirse además que el rival de Israel fue una coalición de países árabes liderada por Egipto y Siria, pero no una guerrilla nacionalista e islamista. Y no cruzaron una valla sino el Canal de Suez.
Nada o muy poco de esto se ha dicho para situar a lectores, oyentes y espectadores ante un episodio que merece algo más que comparaciones un tanto discutibles, imágenes violentas, lamentos y testimonios de condena. Eso sí, hubiera bastado con una sencilla explicación para a partir de ella poder interpretar lo que está ocurriendo. Tiene arreglo si se dice que la promesa británica de interceder a favor de la creación de un estado judío en Palestina es la que sentó las bases de este conflicto. Hay muchos personajes en ese asunto pero bastaría con citar a uno, al ministro de Exteriores del Reino Unido, Lord Balfour, y con utilizar la historia (véase el acuerdo Sykes-Picot) y la documentación para contemplar el devenir con cierta perspectiva. Quedarse con los detalles y la onomástica siempre resulta útil, pero no son precisamente los únicos elementos informativos en contextos como este.