Sorprendente, y admirable. El pueblo, en el que habito, no apoltrona a sus habitantes. ¡Que va! Al caer la tarde hay mucho trasiego, sobre todo de mujeres que regresan a sus casas después de haber practicado pilates.... yoga, tai-chi, senderismo, cata de vino, manualidades de artesanía o restauración de muebles.
Ellos también. También hay algún hombre, pero menos. Yo creo que al centrar su alterne en bares, allí se juntan y, claro, mientras ellas se cuidan, ellos se descuidan entre sus vinos y juegos de mesa. Lo digo porque no será igual, ni de las mismas consecuencias, tomar chismorritos que seguir unas normas dictadas por expertos en cultura física. Lo cierto es que cuando regresan ellas con su alfombrilla bajo el brazo, -si, porque si la dejan en el lugar en el que el tema se lleva a cabo, a lo peor sería un lío encontrar cada una la suya, porque hay muchas iguales en tamaño y color- me gusta pararme un rato para hablar con ellas de un tema que aporta salud y belleza. Y sobre todo, admiro que buena parte de tan optimistas mujeres sean ya entraditas en años y es que todo ello redunda a su favor.
Todas estas cosas son ventajas que el transcurso del tiempo proporciona, aunque nuestras antepasadas, que se conformaron con el bastidor en el que bordaron maravillas o ganchillo, encaje de bolillos mientras sus hijos o nietos se columpiaban en columpios construidos a base de cuerdas atadas en árboles y, tablero tambaleante y mal sujeto, también fueron muy felices al ni siquiera imaginar el más allá. Lo bueno que tiene cuando ni barruntas el futuro es que resulta satisfactorio disfrutar del presente. Y aquellas señoras, que jamás se maquillaron, y allí no había ni pelos teñidos, ni pestañas postizas, ni cremas hidratantes, nutritivas, modelitos de marca...¡nada!, también estaban muy guapas dentro de su naturalidad. Agua y jabón -dedal y aguja- baile de pasodoble y alguna caricia amorosa, pero ¡sin pasarse, porque si que existía el tortazo ! Yo recuerdo a mi abuela paterna que con sus camisas de lienzo moreno y confeccionadas por ella volvió loco de amor a mi abuelo, que ya no podía ser más guapo. Pues, cada mayo, trae sus flores y sus amores. Que siga todo su ritmo, sin aburrirnos, mientras nos adaptamos a lo que exige el progreso, que tampoco es muy difícil.