Son los grandes desconocidos de la política activa. Su trabajo se prolonga las 24 horas del día prácticamente sin tiempo para el descanso encargándose personalmente de cualquier asunto que tenga que ver con sus respectivas poblaciones.
Entre sus funciones está la de comprobar si hay agua suficiente en los depósitos de sus localidades, intentar que sus respectivos Ayuntamientos deriven operarios municipales para labores de mantenimiento de todo tipo, preparar las Fiestas Patronales dando respuesta a las exigencias de ocio de sus vecinos y adjudicar las suertes de las leñas si fuese necesario. Todo ello sin recibir, en la mayoría de los casos, ni un solo euro por parte de la Administración. Son políticos por vocación.
Estamos hablando de los alcaldes pedáneos, también conocidos como presidentes de las Juntas Vecinales. Personas elegidas por los residentes en las Entidades Locales Menores de la provincia que velan diariamente por los intereses de sus pueblos con la intención de lograr una mejor calidad de vida para sus vecinos, generalmente personas de avanzada edad que se resisten a abandonar el medio rural pese a que las últimas decisiones políticas lo pongan cada vez más complicado.
Afrontar el día a día no es una tarea sencilla para este grupo de políticos en la sombra. A sus obligaciones como representantes locales, se unen las de su trabajo diario que se ven obligados a desempeñar en otros municipios de mayor tamaño alejados de su lugar habitual de residencia.
Mientras tanto, las llamadas al móvil se suceden, las quejas de los vecinos proliferan y las dudas de sus paisanos no decaen a lo largo de toda la jornada. Situación que se incrementa notablemente en los meses de verano cuando la población de las pedanías aumenta.
Por este motivo, estos representantes políticos anónimos buscan su papel en el reparto de la Administración para que los pueblos vuelvan a tener la identidad propia que nunca debieron perder.