Mikel Garciandía

Carta del obispo

Mikel Garciandía

La Carta del obispo de Palencia


A las puertas de la esperanza

22/12/2024

Queridos lectores, paz y bien. El próximo domingo, día 29, día de la Sagrada Familia, en todas las catedrales del mundo católico, las comunidades cristianas iniciaremos el Año Jubilar de la Esperanza, una iniciativa del Papa Francisco, que continúa la senda de los papas desde el siglo XIV, de celebrar años santos cada 25 años. Así expresa su deseo el Papa: «Que pueda ser para todos un momento de encuentro vivo y personal con el Señor Jesús, «puerta» de salvación (cf. Jn 10,7.9); con Él, a quien la Iglesia tiene la misión de anunciar siempre, en todas partes y a todos como «nuestra esperanza» (1 Tm 1,1)».

Jesús es la puerta que han de abrir las doce llaves que aparecen en el cartel del año pastoral de la diócesis. La llave, que es el Espíritu Santo, nos hace atravesar la puerta que da acceso a la Casa, que es la de nuestro buen Padre Dios. En definitiva, un Año Jubilar es un recorrido al que se nos invita, y que simbólicamente lo podemos hacer los palentinos adentrándonos en la Catedral, sede jubilar, o yendo a Roma, o a través del camino lebaniego castellano a Santo Toribio de Liébana, también sede del jubileo universal del turismo.

El Papa sitúa este año jubilar en la larga peregrinación de la Iglesia. Al igual que hizo San Juan Pablo II con el año 2000, Francisco nos emplaza a preparar los dos mil años de la Redención. «Al mismo tiempo, este Año Santo orientará el camino hacia otro aniversario fundamental para todos los cristianos: en el 2033 se celebrarán los dos mil años de la Redención realizada por medio de la pasión, muerte y resurrección del Señor Jesús». Entramos, por tanto, en un periodo de nueve años, que son la cuenta atrás para una fecha histórica. 

Entre los males que Francisco destaca y por los que hay que orar y luchar señalo el siguiente: «Mirar el futuro con esperanza también equivale a tener una visión de la vida llena de entusiasmo para compartir con los demás. Sin embargo, debemos constatar con tristeza que en muchas situaciones falta esta perspectiva. La primera consecuencia de ello es la pérdida del deseo de transmitir la vida. A causa de los ritmos frenéticos de la vida, de los temores ante el futuro, de la falta de garantías laborales y tutelas sociales adecuadas, de modelos sociales cuya agenda está dictada por la búsqueda de beneficios más que por el cuidado de las relaciones, se asiste en varios países a una preocupante disminución de la natalidad» (Spes non confundit, 9). El presunto vitalismo de nuestra sociedad ha ido sucumbiendo ante la cultura de la muerte. Es providencial el hecho de que celebremos también el domingo que viene el Domingo de la Sagrada Familia, y eso nos ha de llevar a interrogarnos por la salud de nuestra sociedad, o por su enfermedad. Una sociedad sana ve en los niños un don de Dios, y una sociedad egoísta simplemente ve una incomodidad y un problema.

No me resisto a citar de nuevo ese número nueve de la bula: «La comunidad cristiana, por tanto, no se puede quedar atrás en su apoyo a la necesidad de una alianza social para la esperanza, que sea inclusiva y no ideológica, y que trabaje por un porvenir que se caracterice por la sonrisa de muchos niños y niñas que vendrán a llenar las tantas cunas vacías que ya hay en numerosas partes del mundo. Pero todos, en realidad, necesitamos recuperar la alegría de vivir, porque el ser humano, creado a imagen y semejanza de Dios (cf. Gn 1,26), no puede conformarse con sobrevivir o subsistir mediocremente, amoldándose al momento presente y dejándose satisfacer solamente por realidades materiales. Eso nos encierra en el individualismo y corroe la esperanza, generando una tristeza que se anida en el corazón, volviéndonos desagradables e intolerantes».

Esa pérdida del deseo de transmitir la vida sitúa fundamentalmente a occidente en una tesitura de esterilidad y decadencia. La Iglesia española quiere abordar este reto por la vida y entre otras iniciativas, este año se celebrará un congreso para las vocaciones, cuyo documento titulado «Del pienso luego existo, al soy llamado, por eso vivo», lleva un subtítulo igualmente llamativo: «De la pastoral de la opción y los valores a la pastoral de la obediencia y la santidad». Ojalá que todos sintamos estos hitos como lo que son: una llamada de Dios para salir a su encuentro y el de nuestros hermanos.