20 de noviembre de 1975. Tenía entonces trece años recién cumplidos, vivía en Madrid y aunque joven, fui consciente del momento histórico que me tocaba vivir y del que me convertí en testigo presencial de algunos acontecimientos políticos que nadie me tiene que contar, que nadie me tiene que explicar y, menos aún, intentar manipular. Es mi particular y personal memoria histórica, sin adulteración ni tergiversación, en una u otra dirección.
Recuerdo aquellas jornadas otoñales madrileñas con sus neblinas, humedad y sol radiante como si fuera ayer. Un Madrid muy distinto del que hoy se nos presenta. Entonces, desde hacía días se esperaba el fatal desenlace de la muerte de Francisco Franco que, sin posibilidades de éxito, era atendido por un equipo médico del que formaba parte el padre de un compañero mío de clase. Nada cabía esperar más que el inminente fallecimiento. Y así amaneció España aquel 20 de noviembre.
Calles vacías, gentes recogidas en sus casas, noticiarios que se hacía eco de la noticia, muchísimo respeto y notable incertidumbre ante el futuro inmediato, especialmente desde el asesinato brutal y criminal del almirante Luis Carrero Blanco, del que también podría hablar en primera persona. El pueblo se sentía desconcertado y el temor al incierto porvenir se mascaba en el ambiente.
Durante aquellas imprevistas vacaciones pasé unos días con mi abuela paterna, viuda. Es por esta coincidencia por la que la acompañé a dar el último adiós a su Caudillo, guardando horas interminables de colas para poder acceder al palacio Real, donde se instaló la capilla ardiente. Y sí, mi abuela era franquista, como falangista había sido mi abuelo y como republicanos lo habían sido mis abuelos maternos. No tengo pues nada de que avergonzarme, al contrario, me siento inmensamente afortunado por el legado de mis mayores, de uno y otro lado.
Miles de personas había congregadas intentando dar el último adiós al Jefe del Estado, yo fui testigo, nadie me lo tiene que contar. El dolor se percibía y se hacía presente en los rostros de todos. Solemnidad, respeto, silencio…Yo viví aquel 20 de noviembre en directo.