En Camporredondo había un alcalde de los mozos que era quien ostentaba la autoridad de aquella sociedad. Y en Monasterio existía el llamado agua del Unicornio, al que se otorgaban poderes milagrosos contra las picaduras. En Matabuena llamaban «alicornio» a un remedio veterinario que después de prepararlo y seguir ciertos trámites y plegarias se le daba a beber a una vaca implada. Otra palabra que me suena mucho, recogida en el Vocabulario Palentino de Santibáñez de Resoba, es «amachambrar», de «machihembrar», atar algo con firmeza. El vocablo «amaderar» ya es más corriente y era el trabajo que realizaba mi abuelo Clementino, entibador en una de las minas de Pernía. Recorriendo hace algún tiempo el Cerrato, uno de los compañeros de viaje habló de las «pacas» que estaban tiradas en el páramo. En la montaña, al fajo de paja, alfalfa o hierba se le denominaba «alpaca», como bien se recoge en la historia y tradiciones del municipio de Castrejón de la Peña. En el Atlas lingüístico de Castilla y León se explica la función del «amanense», como se conocía en Villalba de Guardo a un «manijero» o jefe de una cuadrilla de segadores. Para decir que algo ha llegado en abundancia, copiosamente, «a porrillo», decían a «ambuten», término que se recoge en Noches sin amanecer y Cuando florecía el valle, libros de costumbres del barruelano Francisco Merino Bravo. «Amurriarse» es una de las palabras que Carlos recoge de mi libro Cervera, Polentinos, Pernía y Castillería, con numerosas ediciones, término muy usado también en Camporredondo y Dehesa de Montejo, lo que venía a traducirse como angustia, enfado, mala cara. ¿Ánde se varcia el cántaro? -se decía en Brañosera. ¿Ánde vas? ¿Ánde vais? Luego, saber también que el «andrinal» es un endrino, que la «andriniega» es un ciruelo y que la «angarilla» es una mesa para matar el cerdo. Así mismo, se denomina «angarillas» a las armaduras que se colocan en el carro para agrandarle a lo alto y a lo largo, multiplicando así su espacio para acarrear la hierba o la paja. Y para dejar en su punto esta madeja y porque andamos en esas fechas, quién no recuerda el «antroido», como se denominaba a la fiesta del martes de carnaval. «Escurrir» el antroido era anunciar el martes de carnaval y «esturriar» el antroido era ahuyentar a ciertas personas (recaudadores) que aparecían por esa época del año. La palabreja ya no se usa, pero los recaudadores siguen campando a sus anchas.