Apenas dos semanas restan para que expire este fatídico año 2021 y, en honor a la verdad, estoy deseando que así suceda, aunque solamente sea por iniciar un nuevo periodo trimestral anual a valorar con nuevos indicadores económicos.
Este gobierno me tiene hasta los perendengues –por no escribir una fea onomatopeya que ustedes imaginarán-. Mi hartazgo y malestar estomacal se acrecienta conforme avanza la presente legislatura y me temo que las nauseas seguirán produciéndose por espacio de otros dos insufribles años. Este experimento socialcomuista gubernamental que padecemos, aderezado con las guindillas nacionalistas, independentistas, regionalistas pintureras y etarras travestidos de demócratas, es demasiado para el cuerpo. No hay estómago que lo digiera y, como habrán imaginado, la consecuencia son los detritus cuya descomposición aromática es verdaderamente fétida.
Los chicos de la Moncloa, de verbo fácil, sonrisa impertinente y grandilocuencia gestual, muy dados al empleo de los más variados eufemismos, nos están conduciendo a toda velocidad hacia el precipicio de la bancarrota. Los indicadores son testarudos, no me los invento: el IPC de mes de noviembre ha alcanzado el 5,6, situándose la inflación acumulada en el 5,3; la Deuda Pública ha crecido en el tercer trimestre del año, sumando negativamente otros 7.609 millones de euros, elevando la cifra total a 1.432.301 millones, eso sin contabilizar las cifras del cuarto trimestre, que batirán todos los récords. A día de hoy tenemos una deuda del 122,28 % del PIB, o lo que es lo mismo, cada español debemos 30.060 euros. Nuestro Déficit Público es para el año 2020 –mucho mejor que el que va a concluir- de 122.900 millones, un -10,95 del PIB. En 2019, era de 35.763 millones, o sea, un -2,87% del PIB.
Y en estas estamos, en la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado que, en lugar de contener el despilfarro, se entrega al derroche y al dispendio a tutiplén. Eso sí, el adorno retórico, la verdad encubierta y los pellizquitos de monja a sus colegas de algarada parlamentaria aderezan esta intragable ensaladilla rusa.
¡Qué hartazgo!