Antonio Álamo

Antonio Álamo


Maestros

25/04/2024

Tuve dos maestros de música. Es momento de volver al pasado y recordar a ambos pero no por razones idénticas a las de ciertos ultras que en este país creen que lo de antes era mejor, ni mucho menos. Más bien es una cuestión de gratitud hacia aquellas dos personas con quien aprendí, cincuenta años atrás, a manejarme con cierta soltura en los trastes de un mástil e incluso a afinar con armonía una guitarra acústica de 12 cuerdas, tarea desesperante porque unas cuantas deben ser afinadas una octava más alta. En versión musical sería algo así como poner de acuerdo a PSOE y PP para la renovación del Consejo General del Poder Judicial, de manera que las Eko o Ibanez suenen a la perfección… lleva mucho trabajo y es algo que no está al alcance de cualquiera.
Uno es Antonio García Martín, puertollanense, doctor ingeniero de Minas, coordinador del Libro Blanco de la carrera y profesor de la Politécnica en la universidad murciana. El otro es Pepo Fernández Perandones, palentino, diseñador y publicista, cuya obra, vinculada a La Movida, se encuentra en el museo Reina Sofía. Ni uno ni otro eran músicos aunque hubieran encajado en cualquier estudio de grabación mejor que muchos profesionales, pero tal vez la música fue para ambos un desahogo difícil de describir porque todo lo relacionado con ese mundo tiene matices indescifrables. Por lo demás, fueron unos pioneros en su época ya que si Joaquín Díaz es considerado uno de los introductores del folk norteamericano en España, por idéntico motivo a Antonio y Pepo los admiradores de Rory Gallagher, Dire Straits, Status Quo, The Cure, Jefferson Airplane, Ralph McTell o The Clash, por citar algunos, deberían recordarlos.
Las clases, dicho sea de paso, se celebraban en dos de las habitaciones de un edificio de cuatro plantas habitado por una fauna variopinta entre la que se encontraban Jesús Fernández Prada, más conocido después gracias al Forum Filatélico, y el padre Félix García, palentino, confesor de Ortega y Gasset y único columnista de ABC al que permitía entonces entregar los textos a mano, con estilográfica. Y una aclaración  final: jamás hubo queja alguna… ni siquiera cuando sonaban a todo trapo los solos de Gerdundula (Status Quo) en dúo  sincronizado.