Antonio Álamo

Antonio Álamo


Parada

09/05/2024

Conforme pasan los días cuesta más encontrar una explicación convincente al parón sorpresa de cinco días del presidente del Gobierno. Los argumentos que expuso tienen su justificación y algunos incluso describen una situación escénica donde el insulto, los bulos y las maneras navajeras son protagonistas. Por otro lado, los ataques a la familia además de reales tienen el inconveniente de que abren una puerta que conduce a lugares peligrosos, desde el instante en que ya no solo es el gobernante quien debe tener cuidado sino también los allegados directos. Que recuerden las hemerotecas, algo parecido no les sucedió a las esposas de Adolfo Suárez, Leopoldo Calvo-Sotelo, Felipe González, José María Aznar, José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy.
Es cierto también que la actividad de aquellas personas en aquellos casos fue diferente a la que otra, la esposa de Sánchez, tiene ahora mismo en vilo a medio país -algo menos de medio país si se suman los votos- pero es el ámbito judicial quien determinará si las cosas se desarrollan conforme a la legalidad. Guste o no guste. La otra fórmula, la de enfangar el ambiente, no es nueva pero no siempre produce, pese a lo que parezca, los resultados deseados; más bien sirve para desautorizar pública y políticamente a quien la utiliza con visceralidad, como se comprueba a diario.
Un ejemplo curioso, aunque a menor escala a juzgar por el tamaño, envergadura y circunstancias, acaba de protagonizarlo un correligionario del presidente del Gobierno español, al sugerir que otro presidente, este de un país latinoamericano (¡perdón, hispanoamericano!), parecía que había ingerido ciertas sustancias en una de sus alocuciones. El revuelo alcanzó nivel diplomático y ha concluido con un sentido lamento de quien lo promovió. Ha venido a decir que si lo llega a saber se hubiera mordido la lengua. Pues, claro, hombre, pues claro, qué necesidad tenías. Y algo parecido podría decirse a quienes esparcen bulos sobre la familia del presidente. Dejen a la justicia trabajar, dejen al gobernante que siga deshojando margaritas y sigan revolviendo la marmita de la bazofia. Al ritmo que van no liquidarán al presidente, más bien acabarán con la esperanza de quienes lo desean. Al tiempo.