Carmen Casado Linarejos

Epifanías

Carmen Casado Linarejos


Mujeres

19/01/2025

Hace unos días, vimos en televisión, las imágenes de Irene Montero, ex ministra española de Igualdad y actual parlamentaria europea, en una sesión de ese parlamento, acercándose al atril en que los miembros del mismo presentan sus ponencias, ataviada con la kufiya, que es esa pañoleta blanca y negra que portan los partidarios de Palestina. Hubo de despojarse de la prenda antes de comenzar su parlamento por indicación de la Presidencia del mismo que no permite los símbolos distintivos partidistas. Me sorprendió la docilidad con que la señora Montero obedeció la norma del Parlamento Europeo, ya que en el español acostumbraba manifestarse con airada rebeldía ante las normas vigentes y siempre enarbolando la bandera feminista con desabrimiento y acritud desde su confortable escaño. Hace pocos días, hemos visto, también en televisión, las imágenes de otra mujer, María Corina Machado, exponiendo su integridad física a cuerpo descubierto, subida al techo de una camioneta, en Caracas, pidiendo la libertad para su país, Venezuela. Esta gran mujer, lideresa opositora a la dictadura de Nicolás Maduro, no temió por su vida manifestándose como una mujer de verdad sin recurrir a la demagogia de quienes se apropian de la bandera feminista adornándose con el pañuelo morado cada 8 de marzo. Entre ellos, Íñigo Errejón. La necia utilización del lenguaje inclusivo tampoco otorga patente de feminista, sino que evidencia el desconocimiento de la gramática española en quien lo utiliza. La nula eficacia de tales alardes, la kafiya, el pañuelito morado y el lenguaje inclusivo chocan con la realidad más trágica en cuanto que los feminicidios y abusos contra las mujeres no cesan de producirse.  Hace unos días, DP informaba de que el número de casos de violencia sexista contra las mujeres, en nuestra comunidad y a 31 de diciembre de 2024, era de cinco mil doce casos. No parece que los movimientos feministas tan beligerantes en sus manifestaciones y con tantos medios oficialistas a su alcance consiga reducir aquellos escalofriantes datos de violencia machista. Parece que el llamado feminismo progresista se ha reducido a una etiqueta política con que atacar al rival político.