Nada permanece, todo pasa de un extremo a otro. Esto no indica que debamos huir del mundo; al contrario, tenemos que comprometernos más con él. Lo prioritario radica en llevar esperanza en vez de abatimiento, sobre todo a cuantos son vulnerables en los cambiantes destinos de una tierra injusta. Sin duda, esto debe llamarnos a vivir con un espíritu más responsable y con una visión mucho más solidaria. Lo que implica la urgencia de la obligación de promover la concordia y la justicia para todos, la reafirmación de los vínculos como humanidad, dispuestos a sentirse familia consigo mismo y con aquello que le rodea, en cuanto a un hogar común de todos, que además hemos de saber cuidarlo y protegerlo.
No olvidemos que uno es para siempre responsable de aquello que cultiva y que amansa. Indudablemente, se requiere el esfuerzo de toda la comunidad mundial, mediante la búsqueda cooperante y productiva del pleno empleo y del trabajo decente para todos los ciudadanos, incluidos los jóvenes y las personas con discapacidad, así como la equidad salarial para un trabajo de igual valor. Por cierto, lograr la igualdad de remuneración es un hito primordial para los derechos humanos.
Asimismo, los diversos estereotipos y las prácticas de contratación discriminatorias, junto a las políticas de ascenso, también contribuyen a las desigualdades salariales. En consecuencia, todos los gobiernos, han de abordar con urgencia los puestos de trabajo mal remunerados e infravalorados. Todo es importante en esta vida. Lo que es inservible, es toda discusión si no hay certeza que resulte beneficiosa.
En el contexto de este mundo cambiante, se percibe en ocasiones un aluvión de desafíos y reveses, incluso de contradicciones y fracasos, lo que nos demanda a tomar otro espíritu más verídico, mediante un consenso real y un compromiso sincero, en la ardua tarea de buscar el bien colectivo. Quizás tengamos que repensar nuestros andares, por consiguiente, no sólo para evaluar lo recorrido hasta ahora, sino también para planear el mañana. Lo que no podemos continuar es en el desaliento, hundidos en el miedo, lo que nos exige un nuevo despertar, no sólo social y económico, sino también anímico.