Cuentan las crónicas que la comisión de Hacienda que tuvo lugar el lunes por la tarde en el Congreso de los Diputados fue el penúltimo acto de la tragedia que vive el Gobierno de Pedro Sánchez. El caos y la división de la coalición llegó a extremos no vistos. La reunión empezó a las 5 de la tarde y terminó a la una de la madrugada, con una parada de cuatro horas. La cuestión principal que tenían que sacar adelante el Impuesto Complementario del 15% para las multinacionales, aunque por el camino y con esa excusa se debatían la continuidad del Impuesto Extraordinario a la banca y a las energéticas, una subida de casi 10 céntimos al litro de diésel, también al tabaco y el vapeo, los bienes de lujo, el ahorro, los pisos turísticos, las pólizas de seguro médico privado o el cambio en la tributación de las SOCIMIs.
Hubo acuerdos y desacuerdos, aunque en todo caso los cambios normativos aprobados, por ejemplo, la prórroga del Impuesto a las Energéticas, y los que lograron acuerdo serán debatidos de nuevo mañana jueves en el Pleno del Congreso de los Diputados. Un éxito pírrico, un cierre en falso que dirige toda la presión a Podemos que no vota en la comisión, pero sí en el Pleno y que ya ha anunciado que no se lo pondrá fácil al Gobierno.
Pero, el escándalo trasciende lo político. Ya sabemos que Sánchez vive día a día. Sin embargo, ciudadanos, empresas y autónomos siguen hoy sin saber si podrán pagar su seguro médico, cuánto se resentirán sus negocios con la subida del diésel o los cambios en su tributación y veremos si acaba siendo una realidad la marcha de España de empresas punteras en sectores como el inmobiliario o el energético. Todo un desastre económico cuando la recaudación fiscal está en máximos desde hace 4 años y se han subido los impuestos 81 veces con Sánchez. La alegría puede durar horas, pero con este gobierno nunca se sabe, así que disfrutemos el momento.