Tiene razón los venezolanos del exilio cuando dicen desde hace tiempo que su nuevo país, España, se va pareciendo cada vez más a su país de origen, del que tuvieron que marcharse por defender la democracia frente a la dictadura madurista, y por la miseria a la que condujo esa dictadura.
El sanchismo galopa hacia un modelo inaceptable en una democracia, y para mayor escarnio lo hace presumiendo de demócratas y progresistas, cuando son ejemplo de todo lo contrario. Sin nadie del partido que levante la voz de alerta, y sin que el principal partido de la oposición, el PP, actúe con la firmeza necesaria en tiempos en los que España se juega su futuro. El último ejemplo ha sido aceptar sin una crítica un acuerdo en Valencia que independientemente de que es un torpedo a la línea de flotación a las posiciones que defendía el PP hasta ahora, es también un balón de oxígeno a un Pedro Sánchez al que Feijóo ha puesto en bandeja que pueda seguir resistiendo.
Pacta Sánchez con sus socios independentistas, que marcan el son al que baila al presidente de gobierno. Anda ahora con el reparto de inmigrantes y, primer anuncio, Madrid tendrá que acoger un veinte más que los asignados a Cataluña. Y que no nos vengan con que Cataluña ya soporta un número alto de inmigrantes, porque la razón es que Sánchez se ha plegado una vez más a las exigencias de Puigdemont y Junqueras.
Pero hay más. No satisfecho con haber ocupado las instituciones del Estado con personas de servilismo ejemplar, promueve un cambio en el acceso a la carrera judicial que no tendrá en cuenta los méritos, algo difícilmente aceptable en democracia; y la vicepresidenta Yolanda Díaz pretende impulsar una ley para "controlar la prensa", no solo en sus contenidos sino también para mirar con lupa la publicidad institucional. Igual que en los países de régimen comunista, régimen que abraza la líder de Sumar y miembro del gobierno.
Sánchez lleva un año sin acudir al Senado, con mayoría del PP; y al Congreso va lo justo, se escaquea todo lo que puede multiplicando los viajes al exterior. Su asesor de cabecera es Rodríguez Zapatero, consejero áulico de Maduro y con excelentes relaciones con el gobierno de China, que está entrando a saco en empresas españolas con el visto bueno de Sánchez, que ha acompañado a Zapatero en sus últimas visitas a Pekín.
¿Y Prisa? Sánchez quería una televisión para él, aunque ya tiene TVE; al negarse el presidente de Prisa y deshacerse de los consejeros sanchistas, el ministro Óscar López no ha dudado en entrevistarse con el accionista francés de Prisa para que compre las acciones del presidente que no ha aceptado la operación televisiva. No por razones ideológicas, sino empresariales, de dinero. Moncloa no parará hasta deshacerse de Oughourlian.
Mal escenario de futuro: Sánchez haciendo méritos para ser el gobierno europeo más afín a las dictaduras latinoamericanas, y Feijóo perdiendo méritos para que los españoles vean próximo el relevo de un presidente de comportamiento inaceptable.