César Merino

César Merino


Mucho por hacer

06/05/2024

Son muchas las razones -sería más correcto escribir sinrazones- que han venido desde hace tiempo confluyendo, para dar forma al difícil ambiente social en el que hoy nos encontramos. No hay duda de que la convivencia no es una tarea siempre fácil, lo podemos constatar en nuestras realidades cotidianas, en los espacios más pequeños, pero también es cierto que es una misión irrenunciable. Y no existen más que dos formas de ordenarla: o desde el dominio y la fuerza, o desde la libertad y el diálogo. Pocas personas optarían conscientemente por la primera de estas opciones; sin embargo, las dificultades vienen a la hora de ser consecuentes y responsables con la alternativa elegida. Igual que los síntomas evidencian las enfermedades y carencias de nuestro cuerpo, del mismo modo podemos deducir algunos de los males que nos aquejan como sociedad. Cuando en las actuaciones de nuestros representantes, llamados a dar ejemplo con su comportamiento, abundan la mala educación y las faltas de respeto, es evidente que algo falla y que estamos sembrando una mala semilla, cuando el todo vale es la norma aceptada y promovida es tanto como decir que nada vale. Pero apelar al diálogo sirve de muy poco cuando los presupuestos que lo hacen posible no se garantizan por los poderes públicos. Me preocupa especialmente la formación humana y académica de nuestros jóvenes. Los colegios e institutos ofrecen una enseñanza cada vez más depauperada y, sin embargo, cada vez más ideologizada, sometiendo a innecesarias tensiones a alumnos, familias y maestros, a quienes se les quita poco a poco autoridad y se les imponen estériles burocracias. Me preocupa la ausencia de pluralismo real y de debates serios, la proliferación de supuestos expertos que te dicen lo que debes hacer y cómo debes pensar. Me preocupa que no se pongan en valor las cosas realmente valiosas, que se oculten deliberadamente cuando no sirven a determinados intereses y que se creen alarmas innecesarias y problemas donde no los hay. Y no digamos nada ya de la instrumentalización de la justicia, de las indisimuladas amenazas a periodistas no afines. En fin, que tenemos aún mucho trabajo por hacer si de veras queremos salir de este atolladero.

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