Dionisio Lamas Muñoz

Tribunal Libre

Dionisio Lamas Muñoz


La prepotencia

29/04/2024

Es la altivez de creerse un dios menor; de poseer toda la sabiduría del mundo; de sentirse superior al resto de los mortales. Sin embargo, la sociedad de su tiempo sitúa a los prepotentes en el lugar que les corresponde, el olvido de sus tristes hazañas deleznables, y parcas. La prepotencia es una patología que sufren cuantos hombres y mujeres no admiten más discurso que el suyo, más verdad que la suya. Es una enfermedad que hace huir a la persona de la realidad misma, y la integra en el inframundo de la ficción, de lo irreal. El ser prepotente no dispone de sentimientos, carece de razonabilidad, su ambición desmedida le instala en el Olimpo del fracaso, donde cohabita con el vacío intelectual propio de la arrogancia. Vive el ser prepotente de la comedia y ejerce el maquiavelismo en su esplendor más alto, por ello domina el desprecio a sus semejantes y es maestro de la humillación y el acoso. La prepotencia es cobijo de los mentores de patrañas, injurias y calumnias; donde se albergan los peores sentimientos humanos capaces de adulterar la verdad y ennegrecer la virtud; donde yace la honradez en destino incierto; donde nacen las psicopatías, las cuales horadan la nobleza y la blancura de los seres humanos de buen corazón. La persona prepotente es insociable, inmoral, inculta, sin noción del bien y del mal; carece de conciencia y de razón. Vive en un mundo de asepsia total; desprecia la bondad, y su oratoria es la profanación del honor y vive de forma permanente en la indignidad absoluta. Desconoce y rechaza el paradigma funcionalista, por cuanto la persona prepotente se encuentra en un estado de infantilismo que niega el existencialismo, y permanece su ontogénesis en estado estático, sin desarrollo alguno en los años, y genera desconfianza en sí mismo y en los demás; no alberga esperanza de recuperación psicológica o regresión de la patología. La prepotencia deforma: las leyes, las normas y los cánones, desarmando su armazón jurídico e invalidando su sentido positivo, quedando al socaire de los prepotentes demagogos de cualquier época. Esta patología genera actos de envilecimiento constantes, y se ofusca en el fanatismo, de donde proceden todos los males de que adolece la humanidad.

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