Nadie hay completamente malo, incluso Hitler trataba con cariño a sus perros. El Gobierno de España ha aprobado una ley contra el desperdicio alimentario. Hace décadas era notorio, cuando se tiraban toneladas de alimentos: se desperdiciaba mucho tiempo, trabajo, dinero, en parte forzados por leyes estúpidas que en nombre de la seguridad o de ciertas patrañas paternaloides en un sistema estatal sobredimensionado nos atenazaban. Por fin se derrumba ante la evidencia y el empuje del ecologismo. Tirar lo que otros necesitan es propio de malvados y así se ha hecho muchos durante años, en una sociedad, la nuestra, injusta, ridícula. Ahora las grandes superficies han de donar los excedentes, los restaurantes han de ofrecer las sobras... Importante es que esta normativa sea eficiente y sensata, no como otras normas pasadas. Desperdiciar más de un millar de toneladas al año es una atrocidad, mientras en otras zonas del planeta pasan hambre. En el mundo se tira casi un tercio de la comida producida, con el coste que tiene generarla, riego, transportarla, envasarla, venderla..., resulta un ejemplo de la inutilidad de leyes y administraciones, hasta ahora. Durante años, era complicado donar alimentos, cuando tenemos un gran contingente de población que sufre carestía, porque cada vez hay más pobres entre nosotros, aunque algunos no lo muestren, por vergüenza. Ahora se les pretende favorecer. Lo comprobé cuando acudía a ayudar a la Orden de Malta en sus comedores sociales, a donde van familias enteras, y era un problema recibir comida de sobras de ciertos comercios por las trabas legales.
Promover el consumo de lo que cerca se produce, tomar sobre todo fruta de temporada y no rechazar las piezas que tienen aspecto feo o imperfecto, hacer descuentos cuando se acerca la caducidad, todo esto es estupendo. Hasta ahora se hacía más bien al contrario. Traían corderos desde Nueva Zelanda a Tierras de Campos, siguen trayendo fresas, tomates y aceite desde Marruecos... En fin, las incoherencias del sistema, dominado por multinacionales y feroces empresas.
Se critica a esta ley que funciona más por multas, castigos, que por incentivos. La izquierda de los últimos años, además de abandonar a los obreros y dedicarse casi exclusivamente a minorías con normativas alambicadas y fuera de todo sentido común, se concentró en elaborar, como en Bruselas, madejas y ovillos normativos innecesarios que llenan de multas o penas la existencia. Parece que llega el momento de cambiar la tendencia, esperemos que así sea.
Cuando alguien hace algo bueno, aunque en otras cosas sea desastroso, tenemos que aplaudirlo y agradecerlo y más si es un gobierno, porque nos afecta, querámoslo o no, a todos. Mientras las patrañas internacionales nos conducen hacia una guerra mundial, siempre antiecológica, algunos intentan construir, ahorrar, no desperdiciar. Toda guerra y gasto en armamento es un derroche. No hay mayor desperdicio que las guerras.