La Mesa del Congreso decidirá hoy si da luz verde a la proposición de Junts per Catalunya de que Pedro Sánchez se someta a una cuestión de confianza. Una medida cargada de simbolismo político, pero vacía de consecuencias reales, que solo está sirviendo para exponer las grietas de un Gobierno cada vez más débil y la falta de coherencia de este compañero de investidura. La decisión es previsible, pero eso no evita que el nuevo encontronazo entre Madrid, Barcelona y Waterloo resuene como un síntoma más de la fragilidad de un Ejecutivo sostenido con alfileres.
El probable rechazo del PSOE y Sumar tendrá consecuencias directas para la gobernabilidad de España porque conlleva la negativa de Junts a apoyar los Presupuestos Generales del Estado para 2025. Dicho de otra forma, perjudicará a los españoles, y eso incluye también a los catalanes. Por eso, este bloqueo, más allá de las diferencias políticas, subraya la incapacidad de las partes para encontrar soluciones que prioricen el interés general sobre las tácticas partidistas. Es un juego en el que nadie gana y en el que la estrategia de Junts es desconcertante. La formación liderada por Carles Puigdemont exige una cuestión de confianza para medir el apoyo de Sánchez, pero al mismo tiempo descarta cualquier colaboración con el Partido Popular o Vox para impulsar una moción de censura. Esta postura no solo es incoherente, sino que también revela una falta de pragmatismo si se entiende la política como la búsqueda del beneficio del común de los ciudadanos.
Resulta incomprensible que Junts rechace la posibilidad de participar en un cambio de Gobierno que desaloje de Moncloa a quien incumple los acuerdos de investidura y es incapaz de avanzar en sus demandas. En lugar de aprovechar esta oportunidad, Puigdemont se aferra a una estrategia basada en mantener el conflicto abierto con el Gobierno central, sin ofrecer soluciones claras a los ciudadanos que dice representar.
Esta dinámica de confrontación y tacticismo estéril perjudica no solo al Gobierno y a Junts, sino al conjunto de España. Mientras el Ejecutivo sobrevive a duras penas y la oposición independentista prioriza su discurso victimista, las necesidades reales del país quedan relegadas. La estabilidad política, la cohesión territorial y la fortaleza institucional son sacrificadas en el altar de la supervivencia política.
Es urgente liberar la gobernabilidad del país de este juego de presiones y gestos vacíos, porque tanto el PSOE como Junts han demostrado ser incapaces de cumplir con esta responsabilidad y condenan al país a un estancamiento que no solo daña a los partidos implicados, sino al bienestar y futuro de toda la ciudadanía.