Fernando Jáuregui

TRIBUNA LIBRE

Fernando Jáuregui

Escritor y periodista. Analista político


Regreso de Africa y aterrizaje, oh Dios, en septiembre

30/08/2024

Se me queja un 'monclovita subterráneo' --"no digas que hablas conmigo"-- de que, para la oposición y para ciertos medios, Pedro Sánchez no hace nada bien. Ni siquiera cumplir con una misión en África en la que deberían secundarle otros mandatarios europeos, como Starmer y Scholz, que están llegando por su cuenta a un acuerdo bilateral sobre inmigrantes ilegales en el que de ninguna manera, me parece, han contado con España.

Creo, en efecto, que quizá ha sido injusto calificar como de 'efecto llamada' a este periplo del presidente silente por tres países africanos. Pero, si está efectivamente dolido por los calificativos que ha merecido el 'viaje a las migraciones', que se prepare Sánchez para lo que le viene con su aterrizaje nacional en un mes de septiembre en el que, con mucha mayor razón, le van a llover los ataques, por decir lo menos.

El regreso de las vacaciones siempre está plagado de asignaturas pendientes. Nunca, que yo recuerde, como esta vez, en la que el mes político comienza oficialmente con la apertura del año judicial en una vergonzosa dejación de los Señores de las togas y las puñetas -porque esta vez los culpables son ellos, más que sus mentores políticos- para elegir a quien los presida. La 'rebelión de los jueces', e incluyo, no muy propiamente, al peculiar Peinado en ella, va a dar mucho que hablar este otoño, supongo. Como lo va a dar la 'rebelión autonómica' decretada por el PP, o la 'rebelión de la minoría del Tribunal Constitucional', que va a plantar un frente muy duro ante la amnistía y ante el pacto suscrito por el PSC con ERC, que casi todo el mundo considera inconstitucional por los cuatro costados y que sirvió para investir a Salvador Illa.

En el barco del capitán Sánchez se suceden los incendios. Algunos, como el de la 'regeneración mediática', iniciados por él mismo. O el inevitable descontento de los independentistas ante los presuntos incumplimientos -porque son incumplibles-- de los pactos por parte de La Moncloa, aunque bastante deberían tener ellos con su reorganización interna; porque lo cierto es que tanto ERC como Junts están hechos unos zorros. Pero ese descontento va a dejar en minoría al Gobierno central en el Congreso de los Diputados. Y entonces, por ejemplo a la hora de aprobar los Presupuestos, ¿qué?

Yo creo que, antes de optar por convocar nuevamente las segundas elecciones anticipadas en poco más de un año, Sánchez, el resiliente, tratará de ganar tiempo. Distrayéndonos, por ejemplo, con una remodelación importante de sus ministros en un Gobierno que funciona globalmente, con excepciones, de manera deficiente, por decirlo de manera suave; y creo que lo hará aprovechando que la vicepresidenta Ribera se nos va a Europa y que el propio Sánchez ha dejado al ministro Escrivá a los pies de los caballos al proponerle teóricamente -confío en que sea solamente una baza negociadora y no una 'okupación' más- como gobernador del Banco de España.

Todos estos temas dan, cada uno de ellos, para escribir un libro voluminoso, antes de pasar a ser un mero recuerdo porque cuestiones aún más dignas de titulares escandalizados los sustituyan. Pero mi tesis es que se está cerrando el círculo de lo gestionable a trancas y barrancas y se está abriendo el abismo de lo que ya empieza a ser irreversible: la situación del fiscal general y del presidente del Constitucional, la batalla entre Congreso y Senado, el desamor de aquellos medios de comunicación que sienten que se les dificulta cumplir con su deber. O la ingobernabilidad, una vez que ha estallado en pedazos, o está a punto de hacerlo, la 'mayoría Frankenstein'.

Sí; yo, contra lo que ha hecho Feijóo, aplaudo el viaje presidencial a África, aunque no vayamos a ver demasiados resultados tangibles a corto y medio plazo. Pero al tiempo lamento que no se haya buscado un acuerdo con la oposición en el tema migraciones -el mayor problema de una Europa que mira obstinada hacia otro lado-y en otros muchos temas que están ahí, aguardando soluciones y salidas, mientras el presidente se encierra en un hostil silencio solo roto para los próximos. O sea, que hay que gobernar de otro modo, sí o sí.

Dígame usted si, en estas circunstancias, en las que encima se nos dice que se quiere 'federalizar' (¿o 'confederalizar'?) el país casi por la puerta de atrás, no sería lógico que, aunque nos sea más que para justificar las nóminas de nuestros parlamentarios, tan escasos de labor, la oposición pidiese a gritos la celebración de un debate sobre el Estado de la Nación, para lo que sirva. Aunque solamente sea para calmar nuestras ansias de explicaciones políticas en este mundo de opacidades y que pensemos que aún conservamos algunas de las buenas costumbres de una democracia más o menos sana.

Y, de paso, para que alguien nos diga dónde anda el gran fugado, del que, lo que es la vida, Sánchez sigue dependiendo para su pervivencia, pese a que ya se hayan declarado enemigos; más enemigos aún para la colección del inquilino de La Moncloa, que ya tiene unos cuantos. ¿Recuerda usted a un tal Ábalos, por ejemplo? Pues al loro.