Cuando va a cumplirse prácticamente un mes de la tragedia de Valencia como consecuencia de la gran riada del pasado 29 de octubre que sepultó materialmente una buena parte de algunas de sus poblaciones, ocasionada por la terrible DANA que tuvo allí su epicentro, descargando en muy poco tiempo ingentes cantidades de agua, y de los efectos tran trágicos que ocasionarían las consiguientes inundaciones, habría que decir que aún continúa la pena y la tristeza instaladas en el rostro de todos nosotros. Ahora, pasado ya ese mes, entre críticas feroces de unos contra otros a nivel político –gobierno de la Comunidad contra gobierno central y viceversa-, haciéndole culpable el uno al otro y el otro al uno, de la magnitud final de la tragedia por no haber puesto en marcha los mecanismos establecidos para este tipo de catástrofes, la situación de las personas y de las poblaciones afectadas, parece irse arreglando poco a poco, al menos en lo más elemental. Porque habrán de pasar muchos meses para poder llegar a recuperar una medio normalidad de la situación.Y es que, tal y como se ha demostrado y denunciado públicamente, se tardó mucho en actuar contundentemente y con firmeza contra los efectos de la riada por parte de las autoridades, enviando tardíamente y no con el suficiente número a personas y maquinaria para atender la catástrofe dede sus inicios. Pues bien, tras este mes transcurrido, algunas conclusiones al respecto parecen dedudirse fácilmente de la información que se ha ido produciendo día tras día. Y la primera parece clara, que se actuó más bien tarde en cuanto a la emergencia, a la vista de lo que estaba llegando. La segunda conclusión que se podría extraer, sería que, una vez declarada la alarma y la excepción de la situación, no se enviaron a continuación el número suficiente a todas luces de efectivos y material necesarios, fueron llegando a cuenta gotas y escasos en número. Y la tercera, que los voluntarios que acudieron prestos a ayudar, serían los que en principio salvaron y tiraron de la situación. Por lo que no se ha dejado de escuchar aquello de «solo el pueblo salva al pueblo». ¡Vivir para ver!