La errática estrategia del presidente de EEUU con los aranceles a la importación está causando ya problemas en la empresa española, a quien la pausa de 90 días anunciada no ha servido para recobrar ni el volumen de ventas anterior ni siquiera la esperanza en una rápida solución de un conflicto que amenaza con desbaratar todo el comercio mundial. Mientras la Unión Europea negocia la eliminación de estos sobrecostes con el hándicap de la estudiada indefinición del magnate, lo que dificulta cualquier intento de acuerdo, los diferentes presidentes autonómicos y el Gobierno central están habilitando ayudas para que las empresas españolas puedan afrontar con ciertas garantías este nuevo desafío que, según todas las agencias calificadoras, tendrá un impacto de hasta cuatro décimas en el PIB si finalmente llega a materializarse en los términos anunciados en un principio.
Los 1.000 millones de euros aprobados ayer por el Consejo de Ministros (750 para garantizar la liquidez de las empresas exportadoras y 250 para avalar nuevos proyectos de inversión) suponen un tratamiento paliativo pero no atacan de plano a una enfermedad que exige, ante todo, un poder de negociación con EEUU del que hoy por hoy España carece. En este plano se inscribe, precisamente, el encuentro que el ministro de Economía, Carlos Cuerpo, ha mantenido con el secretario del Tesoro norteamericano, Scott Bessent, que ha tenido como principal objetivo tender puentes tras el desencuentro provocado por la visita oficial de Pedro Sánchez a China. En un momento de zozobra como este, los gestos tienen mucha más repercusión que en cualquier otro periodo y la reunión de más de tres horas del presidente del Gobierno con Xi Jinping no es precisamente un buen antecedente para quien se ha convertido en su enemigo natural, al menos en el ámbito económico.
La tregua en la aplicación de los aranceles abre un escenario en el que las relaciones bilaterales cobran una importancia capital, habida cuenta, además, el carácter imprevisible de Donald Trump. El presidente estadounidense ya ha dado muestras de no hacer caso a la ortodoxia en el proceso de toma de decisiones y cualquier sospecha de acercamiento a China puede ser catastrófica para los intereses de España, «sería como cortarse el cuello» llegó a decir el propio Bessent. En este contexto, la postura más provechosa para los intereses de las empresas españolas pasa por convencer a EEUU de que la Unión Europea en general y España en particular es su mejor aliado comercial en un periodo de tribulaciones. Todo lo que se aleje de esa hoja de ruta tendrá una repercusión negativa en la balanza exterior.