Cánticos cada vez más poderosos mueven a cambiar el humo de los motores por electricidades, pensando que así el planeta se libera de tantas contaminaciones. Esperemos que se haya calculado el coste de cambiar tantos coches, baterías nuevas, que se gastan, ordenadores mutantes. Algunas empresas están haciendo también en invierno su agosto, pues la cosecha es buena y cada vez más impedimentos ponen en el centro de las ciudades. El presidente de la Junta de Castilla y León, Fernández Mañueco, solicitó sumar esfuerzos para lograr una «transición justa» en el sector de la automoción, ¡así sea!» Adaptada a la realidad del mercado», y todo esto se cantaba al clausurar la II Gala de la Automoción y Movilidad de Castilla y León, en Burgos. La realidad es que, de momento, los menos pudientes tienen que aguantar y no pueden entrar en algunas ciudades ni cambiar de coche, pues no hay ayudas suficientes. Las leyes obligan, pero, una vez más, no apoyan.
«Hay que hacer un futuro más limpio, sostenible, y eso es una responsabilidad colectiva de todos», dijo. Todos queremos un futuro limpio, pero los gobiernos deberían al cambiar de modelo ayudar a quien no puede. Gobiernos europeos, español, autonómicos o locales no hacen lo suficiente, solo prohíben, y se ganan el odio de los contribuyentes, ciudadanos agobiados por el cambio. Sin embargo, vemos que se gastan fortunas en armas y que estamos a punto de una tercera guerra mundial sin que apenas nadie la quiera. El pueblo cuenta para pagar impuestos; luego, cada cual se aguante con lo que le toque, mientras en Bruselas se llenan los bolsillos con sueldos espeluznantes, pagados por nosotros.
No hay que retrasarse en el avance tecnológico, pero hay que ayudar a los cambios. En muchas ciudades, afortunadamente, como Ávila o Palencia, la contaminación es mínima, en comparación con otras urbes. No es tan grave entonces, así que habrá que pedir ayudas. Yo, que vivo en el centro de la capital hispánica, tengo matrícula problemática, pero ¿ayudan? Nada. Solo quieren mis contribuciones. ¡Ay de los pobres trabajadores!, ¡que se aguanten!, parece que proclaman.