Los sondeos afirman que el PP ganaría sobradamente las elecciones si se celebraran en este momento. El PSOE pierde votos, Sumar y Podemos se encuentran en situación precaria, y no viven una situación óptima Junts ni ERC, por la pelea interna de ERC y porque Puigdemont es hoy una figura ridícula. Nadie cree que engañara a Sánchez y las fuerzas de seguridad, su nueva escapada tiene un tinte de compadreo entre pillos que echa para atrás. Paradójicamente solo Bildu mantiene el tipo, aunque la mayoría de los españoles sienten una repugnancia confesada hacia un partido que tiene su origen en ETA y sigue sin condenar sus atentados terroristas. Bildu está ganando la batalla al PNV, cada vez más desconcertante y debilitado, lo que coloca a Feijóo en una situación complicada porque solo podría gobernar con Vox o con Alvise, que no entra en sus esquemas. Así que al PP solo le cabría la mayoría absoluta para sentar a Feijóo en La Moncloa.
Antes tendría que vencer a un Sánchez que engaña sistemáticamente, se echa al monte sin complejos, se toma la Constitución a título de inventario y no respeto los principios de la democracia ni la separación de poderes. En esa tesitura, el PNV tendría que ser un partido al que prestara atención Feijóo, pero apenas hay puentes que le lleven hacia Ortúzar. Encima, da manos libres a Tellado como portavoz parlamentario y por tanto negociador con otras fuerzas políticas. Un Tellado que se mueve en la bronca y la brocha gorda. No hace amigos, acrecienta las filas de los enemigos a pesar de que Cuca Gamarra se empeña en intentar acercamientos con otras fuerzas.
Se intuyen cambios en el PP, no de figuras sino de planteamiento. Falta hace. Hacer oposición no es machacar permanentemente a quien gobierna. Es también y sobre todo presentar iniciativas, más todavía con un gobierno que se mueve en el disparate y no genera confianza. En vez de protestar porque Sánchez ni siquiera lee los papeles que le manda Feijóo, sería más interesante que la gente de Génova defendiera, hasta la extenuación, sus propuestas económicas, sociales o de política internacional, para contraponerlas a las de un gobierno que da palos de ciego. Juan Bravo será una eminencia económica, pero no sirve de nada si no es capaz de explicar las ideas del PP con palabras que entienda todo hijo de vecino. Esto es aplicable a otras figuras del partido.
Feijóo no es presidente porque ningún estratega le apuntó, el día que Sánchez adelantó las generales, que anunciara inmediatamente que aplazaba las negociaciones con Vox sobre los gobiernos regionales hasta después del 23 de julio. Con su silencio dio carnaza al PSOE para centrar la campaña electoral en identificar al PP con Vox.
Feijóo está en condiciones de ganar nuevamente las elecciones. Pero, como no cuente con alguien que le alerte sobre los peligros de la política a cara de perro, se quedará en líder de la oposición. Para desgracia de quienes saben perfectamente qué futuro espera a España con Sánchez en Moncloa.