Sencilla en el exterior, sublime en su interior y sorprendente en cada rincón, la Catedral de Palencia acumula más de mil años de arte y cultura; desde el visigodo de su cripta hasta el más puro y esplendoroso gótico francés que tiene su máximo exponente en su espectacular retablo mayor. Alberga obras de arte de incalculable valor; unas muy conocidas como El martirio del San Sebastián de El Greco o la deslumbrante Piedad de Pedro Berruguete, otras menos como un delicado Cristo filipino blanco labrado en marfil, pero también cobija en sus rincones anécdotas, curiosidades y rarezas que muestran que durante siglos fue un edificio vivo, de su tiempo y reflejo de una sociedad en la que la Diócesis de Palencia llegó a tener una destacada relevancia.
En un recorrido pausado y perspicaz por el conjunto catedralicio dedicado a San Antolín, el visitante puede sacar a la luz, entre el derroche de arte que rezuma el edificios, simpáticas curiosidades, como un reloj que canta las horas con un negrito con chistera o graffitis del siglo XVII; originales, como la representación pictórica de la primera operación de un trasplante o un retrato anamórfico de Carlos V; e incluso inquietantes, entre las que destacan los conocidos extraterrestres y figuras humanoides de ojos rojos y verdes, un batman o un fotógrafo en una gárgola.
Saludan al visitante en lo alto de la Puerta de los Reyes dos figuras humanoides simétricas y contrapuestas con cuerpo humano y cabeza y cola de serpiente que recuerdan los más truculentos monstruos de las películas de alienígenas.
La Seo sigue sorprendiendo al atravesar sus puertas. La austeridad y sencillez de su exterior contrasta con su armoniosidad y equilibrio interior. Con unas dimensiones de 130 metros de longitud, una anchura de 50 metros en el crucero y casi 43 metros de altura, se sitúa como la tercera más grande de España después de las de Sevilla y Toledo. Presenta dos cruceros, uno de ellos falso, una de sus rarezas arquitectónicas.
El actual edificio gótico se levantó sobre los restos de lo que podría haber sido un templo de culto pagano, del que todavía se pueden encontrar vestigios en forma de piedra de origen romano en la cripta. Sobre él, a su vez, se edificó una iglesia románica coetánea a San Juan de Baños, de la que dan fe de ello dos capiteles y una reja, singularidades artísticas poco conocidas.
El sonido de un reloj al marcar la hora invita a alzar la cabeza y entre las espectaculares bóvedas del edificio, casi en una esquina, se descubre un reloj de carrillón en el que, entre un león y un guerrero, destaca un negrito de grandes ojos que calza en su cabeza una chistera.
Con más de una veintena de capillas, coro, trascoro y sala capitular, el recorrido por la Catedral se hace más que entretenido y presenta al visitante auténticas joyas, como la Virgen Blanca, una pieza gótica del siglo XIV de alabastro gemela de la que se conserva en la catedral de Toledo, pero también rarezas artísticas como la pintura de la primera operación de trasplante que pudieron haber obrado como milagro en el siglo XVI los santos doctores Cosme y Damián que trasplantaron una pierna de un criado negro muerto a un enfermo y que plasmó Vigarny en 1533. En la capilla del Sagrario, una de las dos centrales del edificio, compiten en importancia los sepulcros de dos mujeres: el de la reina Urraca, hija y esposa de reyes que por cuna y abolengo le correspondía el lugar, y el de Dona Inés de Osorio, que no podía aspirar a descansar eternamente en la capilla por falta de apellido, pero que hizo importante donaciones a la catedral que permitieron su finalización. El conflicto se resolvió colocando la tumba de la Doña Inés en una posición en la que no estando dentro tampoco se quedó fuera.
A los pies de la figura yacente de Doña Inés descansa la escultura de una criada de cuya coleta tiran los jóvenes para lograr sus deseos. La tradición cuenta de forma errónea que la coleta es de la reina Urraca, lo que añade más competitividad entre dos damas fallecidas hace siglos.
En esa misma estancia también descansan en un sepulcro los restos del beato Manuel González García, fallecido en 1940. El proceso para su canonización está muy avanzado por lo que la capilla del Sagrario acogerá en poco tiempo la primera sepultura de un santo.
La entrada a la sala capital sorprende con el magnífico San Sebastián de El Greco, pero no menos atónito deja al visitante un retrato anamórfico de Carlos V que se cree que pintó un anónimo para hacer burla al emperador en los tiempos de la Reforma. Enfrente del ridículo retrato que solo toma forma asomándose desde un lado del cuadro, se erige un delicado Cristo filipino blanco labrado magníficamente en marfil.
Graffiti y bestiario. Arriba, desde los triforios la vista de la Seo es espectacular, pero una mirada más inquisitiva y cercana revela graffitis y pintadas sobre las piedras esculpidas. Nombres y citas que dejaron trabajadores, visitantes o los niños del coro de otra época en la que la Catedral era un lugar abierto y lleno de actividad. Destaca uno que data de 1639 realizado en el altar mayor, en el punto donde falta un medallón.
También sobre los triforios, en esa mirada más pausada, se descubren esculpidas figuras irreales de seres de ojos rojos o verdes, que en algunos casos conservan el color, y dientes serrados en un bestiario un tanto inquietante. La más llamativa, la de un batman, un ser con cara de gato y dotado de alas esculpida sobre el capitel del triforio de la capilla del Sagrario. Esta situación también permite ver con detalle la grieta que dejó en el edificio el terremoto de Lisboa de 1755 y que es vigilada muy de cerca por un sensor que detecta cualquier variación.
Seguir ascendiendo por el interior de la Seo descubre más curiosidades. Bajo el campanario, la casa del campanero que fue utilizada hasta 1970, aunque las campanas ya habían sido mecanizadas, y en la que todavía hay restos de las cuentas que hacía su morador en las paredes con un lapicero. También hay vestigios de su uso como nido de ametralladoras durante la Guerra Civil.
Aunque las más conocidas son el Cimbalillo y Zarambombón, ambas de 1524, la Catedral tiene otro segundo grupo de campanas que en total suman casi 6.000 kilogramos de peso.
En el reloj monumental de la Catedral también encontramos otra rareza. Obra del palentino Moisés Díez y construido en 1911, en vez de usar dos cilindros de hierro como en otros relojes para el péndulo, usa dos grandes vasos de mercurio líquido de unos 30 kilogramos de peso.
Entre recovecos que en lo más alto sacan a la luz un impresionante bosque de vigas que sostienen desde hace siglos en pie el monumental edificio, bajando de nuevo, en la sacristía, encontramos una fuente con dos caños; uno ante missam, en el que los sacerdotes se lavan las manos antes de la eucaristía y cuyo desagüe da al colector general, y otro post missam para hacerlo al acabar y con salida a una fosa séptica que nunca se vacía para evitar así que los restos que pudieran quedar en las manos durante la consagración se mezclen con otras sustancias.
Junto a la fuente se levanta una imponente reja que da paso a través de una enorme puerta con mirilla a lo que en su tiempo fue la prisión del Cabildo y que ahora alberga un gran almirez donde se machaca el incienso.
Al alejarse de la catedral una última mirada a esa Bella Desconocida deja una última sorpresa: una gárgola en la que se esculpe un fotógrafo. Es obra del arquitecto palentino Jerónimo Arroyo encargado de restaurar la catedral en el XIX. Arroyo colocó la gárgola en honor a un conocido que murió haciendo fotos en el tejado de la catedral. Al lado de esa gárgola hay otra de un esqueleto que representa la muerte del fotógrafo. La leyenda cuenta que quien se pone debajo del fotógrafo y se hace una instantánea muere.